jueves, 21 de marzo de 2013

Consignas TP 2nd Policial

Trabajo Práctico Nº1 – Género Policial

1) Lean el artículo “El cuento policial” de Jorge Luis Borges. a) Hagan una lista de las ideas principales que plantea Borges sobre el género policial y sobre Poe. b) Resuman en no más de 15 oraciones el argumento del texto. Incluyan conectores y no dejen afuera información relevante.

2) Lean “La loca y el relato del crimen”, “La justicia de Don Frutos”, “Cavar un foso” y “Jaque mate en dos jugadas”. Considerando el texto de Borges y todo lo aprendido sobre el género policial, expliquen qué características cumplen estos cuentos y cuáles no. Consideren a qué tipo de policial corresponde cada uno. Háganlo en un cuadro de doble entrada.

3) Responder:

a) “La loca y el relato del crimen”. ¿Qué quería decir realmente el monólogo de Anahí? ¿Cómo lo descubre Renzi y qué quiere hacer con eso? ¿Por qué podemos pensar que este es un cuento “infinito” o un cuento dentro de otro cuento? ¿De qué manera es funcional para la historia que se relata?

b) “La justicia de Don Frutos”. ¿Qué estrategia aplica Don Frutos para descubrir al culpable? ¿Qué piensa de eso el señor Arzásola? ¿Se pueden comparar los robos de la marquesa con los robos de Anacleto? ¿Cómo resuelve don Frutos la queja del administrador de la ascienda?

c) “Cavar un foso”. Describir a los dos esposos y cómo es su relación ¿Cuál toma las decisiones y cuál las lleva a cabo? Ejemplificar. El segundo asesinato abre paso a una segunda historia ¿Cuál? ¿Qué impresión les daba a los protagonistas? ¿Por qué?

d) “Jaque mate en dos jugadas”. ¿Qué relación hay entre el ajedrez y la estrategia criminal? ¿Cuáles son las dos jugadas? ¿Qué inquietud lo lleva a Claudio a confesar si pensaba antes que su plan era perfecto?

Pautas de entrega


El trabajo se entrega el martes 09/04. Puede realizarse en computadora o a mano, en cualquiera de los dos casos debe estar muy prolija la presentación. Incluir en la carátula los nombres de los integrantes, el año y el colegio. Incluir antes de cada respuesta la consigna correspondiente. 

Consignas TP 1ro Mitos

Trabajo Práctico Nº1 – Mitos

1) Tanto la cultura griega como la cultura azteca explican la creación del universo. a) Hagan dos árboles genealógicos con la información que les da la Teogonía de Hesíodo y el mito azteca de la creación. b) Luego hagan una lista con las diferencias más importantes del argumento de cada texto (por ejemplo, la relación que tienen los dioses entre sí, con sus progenitores y con sus creaciones)

2) Lean el mito de Orfeo y Eurídice. a) Hagan un cuado con todos los que fueron sometidos por la música de Orfeo y el efecto que esta les produjo. b) Describan en 10 oraciones o menos qué pasa durante el viaje de Orfeo al Inframundo. c) Uno de los temas principales de este mito es la Muerte ¿cómo se manifiesta en el mito? ¿Cuáles son las creencias de los griegos al respecto? ¿Se cumplen todas en este relato? Expliquen.

3) Lean el mito de Filemón y Baucis. a) Hagan un cuadro comparativo con las diferentes actitudes de los dioses y los hombres. Incluyan los conocimientos que aprendieron en clase. b) Reflexionen al respecto. ¿Por qué piensan los dioses que la gente del pueblo los rechaza? ¿Por qué Filemón y Baucis no? c) Elijan una cita en la que Hermes se vea sorprendido por la actitud de esta pareja y explíquenla.

Pautas de entrega

  • El trabajo se entrega el martes 09/04
  • Puede realizarse en computadora o a mano, en cualquiera de los dos casos debe estar muy prolija la presentación.
  • Incluir en la carátula los nombres de los integrantes, el año y el colegio.
  • Incluir antes de cada respuesta la consigna correspondiente. 

Teogonía

Teogonía - Obra del poeta griego Hesíodo sobre la creación del Universo

            Antes del nacimiento del Universo, existió el Caos. Este era un estado informe, nebuloso y confuso. Sin embargo, llegó el instante en que una Potencia innombrable puso orden en el desorden separando los elementos contrarios y juntando los iguales. De esta manera surgieron los dioses primordiales: Nix (la Noche), Erebo y Eros (las Tinieblas y el Amor) y Gea (la Tierra). Gea, a su vez de sí misma desprendió a Urano (el Cielo Estrellado).
            Urano iba cada noche a cubrir a Gea. De esa unión nació la primera generación divina: las Titanes. Luego procrearon una segunda generación y una tercera, todas monstruosas: las de los Cíclopes y la de los Hecatónquiros. Urano, al ver que estos monstruos eran poderosos, decidió encadenarlos y ocultarlos en las profundidades de la Tierra.
            Gea, dolida en su amor de madre, pidió a sus hijos los Titanes que liberasen a sus hermanos que habían sido odiados y despreciados. Cronos, el menor, escuchó su ruego. Pero se aprovechó de la ayuda materna solo para destronar a su padre Urano y así convertirse en el Dios principal. Luego se unió a Rea consolidando su reinado. Por otro lado, no desencadenó a los Cíclopes y los Hecatónquiros, incumpliendo su promesa. Gea, despechada, le predijo que así como él había destronado a su padre, uno de sus hijos lo destronaría a él.
            A lo largo del tiempo, Rea concibió varios hijos, pero tan pronto como nacían Cronos los devoraba impasiblemente, a fin de que ninguno llegase a poseer jamás el poder supremo entre los Inmortales. Rea vivía abrumada por un dolor inmenso.
            Cuando iba a parir al último, suplicó a Gea y Urano que le enseñasen una forma de ocultar el alumbramiento de su hijo. Ellos le revelaron cuáles serían los destinos del rey Cronos y de sus hijos magnánimos. Luego la enviaron a Lictos, dentro de la vasta Creta, cuando ya estaba próxima a parir. Escondida entre los flancos de la tierra divina, sobre el monte Argeo siempre cubierto de espesas selvas, Rea dio a luz a un niño y lo confió a los cuidados de Gea. Después tras envolver entre mantillas una piedra enorme, se la ofreció al gran príncipe Cronos, quien sin mirarla se la comió pensando que era un niño más.
            No preveía en su espíritu que, gracias a este engaño, sobreviviría su hijo invencible, quien con la fuerza de sus manos lo dominaría y le arrebataría su poderío reinando entre los Inmortales.
            Para que se cumpliera esta profecía, Gea engañó astutamente a Cronos instándolo a que bebiera una pócima que lo hizo vomitar toda su progenie devorada hasta entonces.
            Primero devolvió la piedra, que era lo último que se había tragado. A continuación, de sus entrañas, surgieron Poseidón (el futuro señor del mar), Hades (el futuro señor del Inframundo), Hestia, Démeter y Hera. Devueltos al Universo, ellos se unieron a su hermano Zeus, consolidando una alianza olímpica a fin de destronar al padre voraz.
            Zeus también liberó a sus tíos los Cíclopes y los Hecatónquiros, quienes aún permanecían encadenados a las entrañas de la Tierra. Agradecidos, le dieron a Zeus el trueno, la blanca centella y el relámpago.

            Desde entonces, armado de tales artificios, Zeus manda entre los hombres y los dioses. 


Cuentos y demás yerbas

Chicos: Les dejo una página que contiene enlaces para leer cuentos, poemas y novelas de Internet. No sé que tan confiable es, si le ven algún error me avisan.

Chicos de Quinto: Acá está "El hambre"

http://lengylitera.blogspot.com.ar/2010/03/el-hambre-manuel-mujica-lainez.html

miércoles, 20 de marzo de 2013

El cuento policial - Teoría

El cuento policial - Jorge Luis Borges.
Hay un libro titulado El florecimiento de la nueva Inglaterra, de Van Wyck Books. Este libro trata de un hecho extraordinario que sólo la astrología puede explicar: el florecimiento de hombres-genios, en una breve parte de Estados Unidos, durante la primera mitad del siglo XIX. Prefiero, evidentemente, a este New England que tiene tanto de Old England. Sería fácil hacer una lista infinita de nombres. Podríamos nombrar a Emily Dickinson, Herman Melville, Thoreau, Emerson, William James, Henry James y, desde luego, a Edgar Allan Poe, que nació en Boston, creo que en el año
1809. Mis fechas son, como se sabe, débiles. Hablar del relato policial es hablar de Edgar Allan Poe, que inventó el género; pero antes de hablar del género conviene discutir un pequeño problema previo: ¿existen, o no, los géneros literarios?
Es sabido que Croce, en unas páginas de su Estética –su formidable Estética-, dice: “… Afirmar que un libro es una novela, una alegoría o un tratado de estética tiene, más o menos, el mismo valor que decir que tiene las tapas amarillas y que podemos encontrarlo en el tercer anaquel a la izquierda”. Es decir, se niegan los géneros y se afirman los individuos. A esto cabría decir que, desde luego, aunque todos los individuos son reales, precisarlos es generalizarlos. Desde luego, esta afirmación mía es una generalización y no debe ser permitida.
Pensar es generalizar y necesitamos esos útiles arquetipos platónicos para poder afirmar algo. Entonces, ¿por qué no afirmar que hay géneros literarios? Yo agregaría una observación personal: los géneros literarios dependen, quizás, menos de los textos que del modo en que éstos son leídos. El hecho estético requiere la conjunción del lector y del texto y sólo entonces existe. Es absurdo suponer que un volumen sea mucho más que un volumen. Empieza a existir cuando un lector lo abre. Entonces existe el fenómeno estético, que puede parecerse al momento en el cual el libro fue engendrado.
Hay un tipo de lector actual, el lector de ficciones policiales. Ese lector ha sido –ese lector se encuentra en todos los países del mundo y se cuenta por millones- engendrado por Edgar Allan Poe. Vamos a suponer que no existe ese lector, o supongamos algo quizá más interesante; que se trata de una persona muy lejana de nosotros. Puede ser un persa, un malayo, un rústico, un niño, una persona a quien le dicen que el Quijote es una novela policial; vamos a suponer que ese hipotético personaje haya leído novelas policiales y empiece a leer el Quijote. Entonces, ¿qué lee?
En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo vivía un hidalgo… y ya ese lector está lleno de sospechas, porque el lector de novelas policiales es un lector que lee con incredulidad, con suspicacias, una suspicacia especial.
Por ejemplo, si lee: En un lugar de la Mancha…, desde luego supone que aquello no sucedió en la Mancha. Luego: …de cuyo nombre no quiero acordarme…, ¿por qué no quiso acordarse Cervantes? Porque sin duda Cervantes era el asesino, el culpable. Luego… no hace mucho tiempo… posiblemente lo que suceda no será tan aterrador como el futuro. La novela policial ha creado un tipo especial de lector. Eso suele olvidarse cuando se juzga la obra de Poe; porque si Poe creó el relato policial, creó después el tipo de lector de ficciones policiales. Para entender el relato policial debemos tener en cuenta el contexto general de la vida de Poe. Yo creo que Poe fue un extraordinario poeta romántico y fue más extraordinario en el conjunto de su obra, en nuestra memoria de su obra, que en una de las páginas de su obra. Es más extraordinario en prosa que en verso. En el verso de Poe ¿qué tenemos? Tenemos aquello que justificó lo que Emerson dijo de él: lo llamó the jingleman; el hombre del rentintín, el hombre del sonsonete. Tenemos a un Tennyson muy menor, aunque quedan líneas memorables. Poe fue un proyector de sombras múltiples. ¿Cuántas cosas surgen de Poe?
Edgar Allan Poe (…) Deriva la idea de la literatura como un hecho intelectual y el relato policial. El primero –considerar la literatura como una operación de la mente, no del espíritu- es muy importante. El otro es mínimo, a pesar de haber inspirado a grandes escritores (pensamos en Stevenson, Dickens, Chesterton –el mejor heredero de Poe-).
(…) Creo que Poe tenía ese orgullo de la inteligencia, él se duplicó en un personaje, eligió un personaje lejano –el que todos conocemos y que, indudablemente, es nuestro amigo aunque él no trata de ser nuestro amigo-: es un caballero, Auguste Dupin, el primer detective de la historia de la literatura. Es un caballero francés, un aristócrata francés muy pobre, que vive en un barrio apartado de París, con un amigo.
Aquí tenemos otra tradición del cuento policial: el hecho de un misterio descubierto por obra de la inteligencia, por una operación intelectual. Este hecho está ejecutado por un hombre muy inteligente que se llama Dupin, que se llamará después Sherlock Holmes, que se llamará más tarde el padre Brown, que tendrá otros nombres, otros nombres famosos sin duda. El primero de todos ellos, el modelo, el arquetipo podemos decir, es el caballero Charles Auguste Dupin, que vive con un amigo y él es el amigo que refiere la historia. Esto también forma parte de la tradición, y fue tomado mucho tiempo después de la muerte de Poe por el escritor irlandés Conan Doyle. Conan Doyle toma ese tema, un tema atractivo en sí, de la amistad entre dos personas distintas, que viene a ser, de alguna forma, el tema de la amistad entre don Quijote y Sancho, salvo que nunca llegan a una amistad perfecta (…).
Conan Doyle imagina un personaje bastante tonto, con una inteligencia un poco inferior a la del lector, a quien llama el doctor Watson; el otro es un personaje un poco cómico y un poco venerable, también: Sherlock Holmes. Hace que las proezas intelectuales de Sherlock Holmes sean referidas por su amigo Watson, que no cesa de maravillarse y siempre se maneja por las apariencias, que se deja dominar por Sherlock Holmes y a quien le gusta dejarse dominar.
Todo eso ya está en ese primer relato policial que escribió Poe, sin saber que inauguraba un género, llamado The Murders in the Rue Morgue (Los crímenes de la calle Morgue). Poe no quería que el género policial fuera un género realista, quería que fuera un género intelectual, un género fantástico si ustedes quieren, pero un género fantástico de la inteligencia, no de la imaginación solamente; de ambas cosas desde luego, pero sobre todo de la inteligencia.
Él pudo haber situado sus crímenes y sus detectives en Nueva York, pero entonces el lector habría estado pensando si las cosas se desarrollan realmente así, si la policía de Nueva York es de ese modo o de aquel otro. Resultaba más cómodo y está más desahogada la imaginación de Poe haciendo que todo aquello ocurriera en París, en un barrio desierto del sector Saint Germain. Por eso el primer detective de la ficción es un extranjero, el primer detective que la literatura registra es un francés. ¿Por qué un francés? Porque el que escribe la obra es un americano y necesita un personaje lejano. Para hacer más raros a esos personajes, hace que vivan de un modo distinto del que suelen vivir los hombres. Cuando amanece corren las cortinas, prenden las velas y al anochecer salen a caminar por las calles desiertas de París en busca de ese infinito azul, dice Poe, que sólo da una gran ciudad durmiendo; sentir al mismo tiempo lo multitudinario y la soledad, eso tiene que estimular el pensamiento.
Yo me imagino a los dos amigos recorriendo las calles desiertas de París, de noche, y hablando ¿sobre qué? Hablando de filosofía, sobre temas intelectuales. Luego tenemos el crimen, ese crimen es el primer crimen de la literatura fantástica: el asesinato de dos mujeres. Yo diría los crímenes de la Rue Morgue, crímenes es más fuerte que asesinato. Se trata de esto: dos mujeres que han sido asesinadas en una habitación que parece inaccesible. Aquí Poe inaugura el misterio de la pieza cerrada con llave. Una de las mujeres fue estrangulada, la otra ha sido degollada con una navaja. Hay mucho dinero, cuarenta mil francos, que están desparramados por el suelo, todo está desparramado, todo sugiere la locura. Es decir, tenemos un principio brutal, inclusive terrible, y luego, al final, llega la solución.
Pero esta solución no es solución para nosotros, porque todos nosotros conocemos el argumento antes de leer el cuento de Poe. (…) ¿Quién podría pensar, además, que el asesino iba a resultar siendo un orangután, un mono?
Se llega por medio de un artificio: el testimonio de quienes han entrado a la habitación antes de descubrirse el crimen. Todos ellos han reconocido una voz ronca que es la voz de un francés, han reconocido algunas palabras, una voz en la que no hay sílabas, han reconocido una voz extranjera. El español cree que se trata de un alemán, el alemán de un holandés, el holandés de un italiano, etcétera; esa voz es la voz inhumana del mono, y luego se descubre el crimen; se descubre, pero nosotros ya sabemos la solución. Por eso podemos pensar mal de Poe, podemos pensar que sus argumentos son tan tenues que parecen transparentes. Lo son para nosotros, que ya los conocemos, pero no para los primeros lectores de ficciones policiales; no estaban educados como nosotros, no eran una invención de Poe como lo somos nosotros. Nosotros, al leer una novela policial, somos una invención de Edgar Allan Poe. Los que leyeron ese cuento se quedaron maravillados y luego vinieron los otros.
(…)
Tenemos, pues, al relato policial como un género intelectual. Como un género basado en algo totalmente ficticio; el hecho es que un crimen es descubierto por un razonador abstracto y no por delaciones, por descuidos de los criminales. Poe sabía que lo que él estaba haciendo no era realista, por eso sitúa la escena en París; y el razonador era un aristócrata, no la policía; por eso pone en ridículo a la policía. Es decir, Poe había creado un genio de lo intelectual. ¿Qué sucede después de la muerte de Poe? Muere, creo, en 1849; Walt Whitman, su otro gran contemporáneo, escribió una nota necrológica sobre él, diciendo que Poe era un ejecutante que sólo sabía tocar las notas graves del piano, que no representaba a la democracia americana –cosa que Poe nunca se había propuesto. Whitman fue injusto con él y también Emerson lo fue.
(…)
En Inglaterra, donde este género es tomado desde el punto de vista psicológico, tenemos las mejores novelas policíacas que se han escrito: las de Wilkie Collins, La dama de blanco y La piedra lunar. Luego tenemos a Chesterton, el gran heredero de Poe. Chesterton dijo que no se habían escrito cuentos policiales superiores a los de Poe, pero Chesterton –me parece a mí- es superior a Poe. Poe escribió cuentos puramente fantásticos. Digamos La máscara de la muerte roja, digamos El tonel deamontillado, que son puramente fantásticos. Además cuentos de razonamiento como esos cinco cuentos policiales. Pero Chesterton hizo algo distinto, escribió cuentos que son, a la vez, cuentos fantásticos y que, finalmente, tienen una solución policial. (…)
Actualmente, el género policial ha decaído mucho en Estados Unidos. El género policial es realista, de violencia, un género de violencias sexuales también. En todo caso, ha desaparecido. Se ha olvidado el origen intelectual del relato policial. Éste se ha mantenido en Inglaterra, donde todavía se escriben novelas muy tranquilas, donde el relato transcurre en una aldea inglesa; allí todo es intelectual, todo es tranquilo, no hay violencia, no hay mayor efusión de sangre. He intentado el género policial alguna vez, no estoy demasiado orgulloso de lo que he hecho. Lo he llevado a un terreno simbólico que no sé si cuadra. He escrito La muerte y la brújula. Algún texto policial con Bioy Casares, cuyos cuentos son muy superiores a los míos. Los cuentos de Isidro Parodi, que es un preso que, desde la cárcel, resuelve los crímenes.
¿Qué podríamos decir como apología del género policial? Hay una que es muy evidente y cierta: nuestra literatura tiende a lo caótico. Se tiende al verso libre porque es más fácil que el verso regular; la verdad es que es muy difícil. Se tiende a suprimir personajes, los argumentos, todo es muy vago. En esta época nuestra, tan caótica, hay algo que, humildemente, ha mantenido las virtudes clásicas: el cuento policial sin principio, sin medio y sin fin. Éstos los han escrito escritores subalternos, algunos los han escrito escritores excelentes: Dickens, Stevenson y sobre todo, Wilkie Collins. Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa; leída con cierto desdén ahora, está salvando el orden en una época de desorden. Esto es una prueba que debemos agradecerle y es meritorio.
16 de junio de 1978.


martes, 19 de marzo de 2013

Crónica de Indias - Un poco de contexto

En 1492 llega Colón a América, patrocinado por los reyes españoles.

El origen de las llamadas letras hispánicas puede tener varias vertientes. Hay quienes consideran a los cronistas de indias, todos de origen español, sus iniciadores. Pero también están los que consideran a los escritores que forjaron una literatura (ya en el siglo XIX) más autónoma respecto de los neoclásicos españoles.

Lo cierto es que la primera literatura hispánica se nutre de las crónicas. El primer exponente de este género, en este momento, fue el propio Colón. Ante la necesidad de contar lo “extraño” y lo “desconocido” que descubrió en el llamado “Nuevo Mundo”.

Las crónicas de Indias refieren paisajes, costumbres y hechos del mundo americano descubierto y colonizado por los españoles.

Los cronistas no son ávidos escritores, cuentan lo que ven, lo que observan, muchas veces sin siquiera entenderlo. Esto carga sus relatos de subjetividad y ficción en gran medida. Por eso nos encontramos que Colón describe un paraíso y Hernán Cortes un infierno de luchas, sufrimiento y conquista.
Similitudes de cómo los cronistas consideraban América.

Perfil que los cronistas revelan respecto del contexto americano:

  • América aparece ligada al mundo medieval europeo: los conquistadores prolongan la idea de poseer extensos territorios (sentido feudal)
  • El aborigen es considerado un ser inferior que, en los estratos feudales trasplantados a América, debe ocupar el lugar de los más débiles.
  • La naturaleza de América llama la atención de los cronistas, quienes encuentran paradisíaca la exuberancia y exoticidad de ciertas zonas.
  • La fe cristiana, en nombre de la evangelización, obra como estandarte y móvil de conquista que, en los escritos, cobra relevancia.
Los cronistas religiosos que narran los avatares de la conquista espiritual y, que teniendo más contacto con los indígenas, ahondan en el conocimiento de las lenguas nativas y las culturas precolombinas.

Lectores
Las noticias del Nuevo Mundo llegaban a España y eran transmitidas por la prensa. Y si bien las crónicas fueron importantes para la historia hispanoamericana, en la España de aquel momento, tenía un gran rival con quien discutirse los lectores: las novelas de caballerías. Ambas alimentaron el gusto de la época por la aventura y sus horizontes, tan distantes, llegaron a entrecruzarse, al punto que los hechos históricos casi alcanzaron la dimensión de la ficción.

Los libros de caballerías poblaban de fantasías las mentes de soldados y conquistadores que se lanzaban a la búsqueda de los antiguos mitos difundidos por aquellas historias, el reino de las amazonas, el de los gigantes, el Dorado, la fuente de la juventud, entre otros. Tras las amazonas, entre otros, anduvieron Hernán Cortés y sus gallardos. El mito de las damas guerreras había sido recreado en un episodio de un libro de caballerías. Su autor, para desgracia de los que cruzaron el Atlántico, ubicó el reino de las amazonas, en una misteriosa isla a la diestra de las Indias. La leyenda de El Dorado fue obsesión entre los conquistadores del Río de la Plata y los pobladores de Asunción.

Patagonia es un topónimo de ficción. Magallanes bautizó a sus habitantes patagones porque asoció a los salvajes y primitivos tehuelches, vecinos del puerto de San Julián, con un personaje del Primaleón, del ciclo de los Palmerines, llamado Patagón y con su pueblo de patagones.

Algunos cronistas
Cristóbal Colón: fue el primero en interpretar la realidad americana y en revelarla a la imaginación de los europeos. De sus escritos, el Diario de a bordo y sus cartas, surgen dos ideas que harán fortuna:

* América como tierra de abundancia

* Los indios como nobles salvajes, como seres sencillos felices y virtuosos.

Colón describe en su Carta del descubrimiento un paisaje paradisíaco en donde no hay nada desagradable. Esto fue confirmado por las cartas de Vespucio y por los cuadros que pintó Pedro Mártir de Anglería. Esta imagen prevaleció por muchos siglos en la sensibilidad europea, aunque poco tiempo después de la carta de Colón se descubrieran otros escenarios áridos, fríos, llanuras extensas sin árboles, altas cumbres andinas y frías regiones australes de la tierra firme.

Ni la anhelada tierra firme, ni gran señor o rey, ni importantes ciudades o villas, nada de lo que buscaba halló Colón.

El hombre americano
Colón subraya ciertos rasgos: su desnudez y belleza física, la ausencia de malicia, su hablar dulce; sobre todo, su falta de codicia. Con el Nuevo Mundo renació el ideal utópico.

El apostolado evangélico: un ruidoso opúsculo
A partir del segundo viaje de Colón (1493- 1497) se inicia el proceso colonizador, con la venida del primer núcleo de pobladores, y se producen nuevos descubrimientos. Otros hechos signan el viaje: la evidencia de realidades monstruosas, como la antropofagia, entre los caníbales o caribes; la triste sorpresa de la destrucción del fuerte de Navidad y de la muerte, a mano de los indios, de sus habitantes; la lucha encarnizada en Jamaica, con los nativos hostiles y la terrible práctica guerrera de arrojarles feroces mástiles traídos desde España; la fundación de la Isabela, en la Española (1494) y, poco después, de Santo Domingo (1496) “la primogénita de América”, primera de las ciudades españolas del Nuevo Mundo que subsiste. Las islas antillanas, en particular la Española y Cuba se transforman en centros de actividad febril: búsqueda de riquezas, de oro, explotación de la tierra y evangelización del indígena.


Chocan los interés contrapuestos de la corona, de los conquistadores, de lo encomenderos, de la acción misional. Los enfrentamientos no solo se dan en el orden práctico, sino también en el teórico. España es el primer país que se plantea el problema ético de la conquista, actitud única entre sus pares de Europa, que la honra, pero que dará con sus propios planteos y argumentos larga materia a sus enemigos, codiciosos de su vasto impero indiano. 

Crónica de Indias - Ulrico Schmidl

Fragmentos del relato de Ulrico Schmidl - Viaje al Río de la Plata

En que se trata de la ruta y viaje que yo, Ulrico Schmidl, de Straubing, hice en el año 1534, A.D., partiendo el 2 de agosto de Amberes, arribando per mare a España y más tarde a Las Indias, todo por la voluntad de Dios Todopoderoso. También de lo que ha ocurrido y sucedido, a mí y a mis compañeros, como se cuenta más adelante.

Primeramente habréis de saber que desde Amberes hasta España tardé catorce días, llegando a una ciudad que se llama Cádiz. Desde Amberes hasta dicha ciudad de Cádiz, se calcula que hay cuatrocientas leguas por mar. Cerca de esta ciudad había catorce buques grandes, bien pertrechados con toda la munición y bastimentos necesarios, que estaban por navegar hacia el Río de la Plata en Las Indias. También se hallaban allí dos mil quinientos españoles y ciento cincuenta entre alto-alemanes, neerlandeses y austríacos o sajones y nuestro supremo capitán, de alemanes y españoles, se llamaba don Pedro Mendoza.

Así partimos de Sevilla en el año 1534 en catorce buques con el dicho señor y capitán general don Pedro Mendoza. El día de San Bartolomé llegamos a una ciudad en España que se llama San Lúcar, a veinte leguas de Sevilla. Allí hemos quedado anclados, a causa de la fuerza del viento, hasta el primer día de septiembre de dicho año.

VI Desde allí zarpamos al Río de la Plata y después de navegar quinientas leguas, llegamos a un río dulce que se llama Paraná Guazú y tiene una anchura de cuarenta y dos leguas en su desembocadura al mar. Allí dimos en un puerto que se llama San Gabriel, donde anclaron nuestros catorce buques y de inmediato nuestro capitán general don Pedro Mendoza ordenó y dispuso que los marineros condujesen la gente a la orilla en los botes, pues los buques grandes solamente podían llegar a una distancia de un tiro de arcabuz de la tierra; para eso se tienen los barquitos que se llaman bateles o botes.

Desembarcamos en el Río de la Plata el día de los Santos Reyes Magos en 1535. Allí encontramos un pueblo de indios llamados Charrúas, que eran como dos mil hombres adultos; no tenían para comer sino carne y pescado. Estos abandonaron el lugar y huyeron con sus mujeres e hijos, de modo que no pudimos hallarlos. Estos indios andan en cueros, pero las mujeres se tapan las vergüenzas con un pequeño trapo de algodón, que les cubre del ombligo a las rodillas. Entonces don Pedro Mendoza ordenó a sus capitanes que reembarcaran a la gente en los buques y se la pusiera al otro lado del río Paraná, que en ese lugar no tiene más de ocho leguas de ancho.

VII Allí levantamos una ciudad que se llamó Buenos Aires: esto quiere decir buen viento. También traíamos de España, sobre nuestros buques, setenta y dos caballos y yeguas, que así llegaron a dicha ciudad de Buenos Aires. Allí, sobre esa tierra, hemos encontrado unos indios que se llaman Querandís, unos tres mil hombres con sus mujeres e hijos; y nos trajeron pescados y carne para que comiéramos. También estas mujeres llevan un pequeño paño de algodón cubriendo sus vergüenzas. Estos Querandís no tienen paradero propio en el país sino que vagan por la comarca, al igual que hacen los gitanos en nuestro país. Cuando estos indios Querandís van tierra adentro, durante el verano, sucede que muchas veces encuentran seco el país en treinta leguas a la redonda y no encuentran agua alguna para beber; y cuando cogen a flechazos un venado u otro animal salvaje, juntan la sangre y se la beben. También en algunos casos buscan una raíz que llaman cardo, y entonces la comen por la sed.

Cuando los dichos Querandís están por morirse de sed y no encuentran agua en el lugar, sólo entonces beben esa sangre. Si acaso alguien piensa que la beben diariamente, se equivoca: esto no lo hacen y así lo dejo dicho en forma clara.

Los susodichos Querandís nos trajeron alimentos diariamente a nuestro campamento, durante catorce días, y compartieron con nosotros su escasez en pescado y carne, y solamente un día dejaron de venir. Entonces nuestro capitán don Pedro Mendoza envió enseguida un alcalde de nombre Juan Pavón, y con él dos soldados, al lugar donde estaban los indios, que quedaba a unas cuatro leguas de nuestro campamento. Cuando llegaron donde aquellos estaban, el alcalde y los soldados se condujeron de tal modo que los indios los molieron a palos y después los dejaron volver a nuestro campamento. Cuando dicho alcalde volvió a campamento, tanto dijo y tanto hizo, que el capitán don Pedro Mendoza envió a su hermano carnal don Jorge Mendoza con trescientos lansquenetes y treinta jinetes bien pertrechados; yo estuve en ese asunto. Dispuso y mandó nuestro capitán general don Pedro Mendoza que su hermano don Diego Mendoza, juntamente con nosotros, matara, destruyera y cautivara a los nombrados Querandís, ocupando el lugar donde éstos estaban. Cuando allí llegamos, los indios eran unos cuatro mil, pues habían convocado a sus amigos. Y cuando quisimos atacarlos, se defendieron de tal manera que nos dieron bastante que hacer; mataron a nuestro capitán don Diego Mendoza y a seis caballeros; también mataron a flechazos alrededor de veinte soldados de infantería. Pero del lado de los indios murieron como mil hombres, más bien más que menos. Los indios se defendieron muy valientemente contra nosotros, como bien lo experimentamos en propia carne.

Dichos Querandís usan, como armas, arcos y flechas; éstas son como medias lanzas, que en la punta delantera tienen un filo de pedernal. También usan una bola de piedra, sujeta a un largo cordel, como las plomadas que usamos en Alemania. Arrojan esta bola alrededor de las patas de un caballo o de un venado, de tal modo que éste debe caer; con esa bola he visto dar muerte a nuestro referido capitán y a los hidalgos: lo he visto con mis propios ojos. A los de a pie los mataron con los aludidos dardos.

Allí se levantó una ciudad con una casa fuerte para nuestro capitán don Pedro Mendoza, y un muro de tierra en torno a la ciudad, de una altura como la que puede alcanzar un hombre con una espada en la mano. Este muro era de tres pies de ancho y lo que hoy se levantaba, mañana se venía de nuevo al suelo; además la gente no tenía qué comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo que los caballos no podían utilizarse.

Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas; hasta los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido. Sucedió que tres españoles robaron un caballo y se lo comieron a escondidas; y así que esto se supo, se les prendió y se les dio tormento para que confesaran. Entonces se pronunció la sentencia de que se ajusticiara a los tres españoles y se los colgara de una horca. Así se cumplió y se les ahorcó. Ni bien se los había ajusticiado, y se hizo la noche y cada uno se fue a su casa, algunos otros españoles cortaron los muslos y otros pedazos del cuerpo de los ahorcados, se los llevaron a sus casas y allí los comieron. También ocurrió entonces que un español se comió a su propio hermano que había muerto. Esto sucedió en el año 1535, en el día de Corpus Christi, en la referida ciudad de Buenos Aires.

Después de esto, quedamos todos juntos en Buenos Aires durante un mes, con gran penuria y escasez, hasta que estuvieron aprestados los buques. En este tiempo los indios asaltaron nuestra ciudad de Buenos Aires con gran poder y fuerza. Eran como veintitrés mil hombres, y pertenecían a cuatro nacionales, una llamada Querandís, otra Guaranís, la tercera Charrúas, la cuarta Chana-Timbús. Tenían la intención de matarnos a todos, pero Dios Todopoderoso no les concedió tanta gracia, aunque consiguieron quemar nuestras casas, pues estaban techadas con paja; excepto la casa del capitán general, que estaba cubierta con tejas. De cómo quemaron nuestra población y casas, quiero contarlo con brevedad para que se comprenda. Mientras parte de los indios marchaban al asalto, otros tiraban sobre las casas con flechas encendidas, para que no tuviéramos el tiempo de atender a ambos y salvar nuestras casas. Las flechas que disparaban estaban hechas de cañas y ellos las encendían en la punta. También hacen flechas de otro palo que, si se la enciende, arde y no se apaga y donde cae, allí comienza a arder. En el encuentro perecieron cerca de treinta hombres de entre nosotros los cristianos, entre capitanes y gente de tropa. ¡Dios sea con ellos clemente y misericordioso, así como con nosotros todos! Amén.




Crónica de Indias - Fray Bartolomé de las Casas

BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA DESTRUICIÓN DE LAS INDIAS 
Descubriéronse las Indias en el año de mil y cuatrocientos y noventa y dos. Fuéronse a poblar el año siguiente de cristianos españoles, por manera que ha cuarenta e nueve años que fueron a ellas cantidad de españoles; e la primera tierra donde entraron para hecho de poblar fué la grande y felicísima isla Española, que tiene seiscientas leguas en torno. Hay otras muy grandes e infinitas islas alrededor, por todas las partes della, que todas estaban e las vimos las más pobladas e llenas de naturales gentes, indios dellas, que puede ser tierra poblada en el mundo. La tierra firme, que está de esta isla por lo más cercano docientas e cincuenta leguas, pocas más, tiene de costa de mar más de diez mil leguas descubiertas, e cada día se descubren más, todas llenas como una colmena de gentes en lo que hasta el año de cuarenta e uno se ha descubierto, que parece que puso Dios en aquellas tierras todo el golpe o la mayor cantidad de todo el linaje humano.
Todas estas universas e infinitas gentes a todo género crió Dios los más simples, sin maldades ni dobleces, obedientísimas y fidelísimas a sus señores naturales e a los cristianos a quien sirven; más humildes, más pacientes, más pacíficas e quietas, sin rencillas ni bullicios, no rijosos, no querulosos, sin rencores, sin odios, sin desear venganzas, que hay en el mundo. Son asimismo las gentes más delicadas, flacas y tiernas en complisión e que menos pueden sufrir trabajos y que más fácilmente mueren de cualquiera enfermedad, que ni hijos de príncipes e señores entre nosotros, criados en regalos e delicada vida, no son más delicados que ellos, aunque sean de los que entre ellos son de linaje de labradores.
Son también gentes paupérrimas y que menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no codiciosas. Su comida es tal, que la de los sanctos padres en el desierto no parece haber sido más estrecha ni menos deleitosa ni pobre. Sus vestidos, comúnmente, son en cueros, cubiertas sus vergüenzas, e cuando mucho cúbrense con una manta de algodón, que será como vara y media o dos varas de lienzo en cuadra. Sus camas son encima de una estera, e cuando mucho, duermen en unas como redes colgadas, que en lengua de la isla Española llamaban hamacas.
Son eso mesmo de limpios e desocupados e vivos entendimientos, muy capaces e dóciles para toda buena doctrina; aptísimos para recebir nuestra sancta fee católica e ser dotados de virtuosas costumbres, e las que menos impedimientos tienen para esto, que Dios crió en el mundo. Y son tan importunas desque una vez comienzan a tener noticia de las cosas de la fee, para saberlas, y en ejercitar los sacramentos de la Iglesia y el culto divino, que digo verdad que han menester los religiosos, para sufrillos, ser dotados por Dios de don muy señalado de paciencia; e, finalmente, yo he oído decir a muchos seglares españoles de muchos años acá e muchas veces, no pudiendo negar la bondad que en ellos veen: «Cierto estas gentes eran las más bienaventuradas del mundo si solamente conocieran a Dios.»
En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Criador así dotadas, entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy, e hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas e varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad, de las cuales algunas pocas abajo se dirán, en tanto grado, que habiendo en la isla Española sobre tres cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales de ella docientas personas. La isla de Cuba es cuasi tan luenga como desde Valladolid a Roma; está hoy cuasi toda despoblada. La isla de Sant Juan e la de Jamaica, islas muy grandes e muy felices e graciosas, ambas están asoladas. Las islas de los Lucayos, que están comarcanas a la Española y a Cuba por la parte del Norte, que son más de sesenta con las que llamaban de Gigantes e otras islas grandes e chicas, e que la peor dellas es más fértil e graciosa que la huerta del rey de Sevilla, e la más sana tierra del mundo, en las cuales había más de quinientas mil ánimas, no hay hoy una sola criatura. Todas las mataron trayéndolas e por traellas a la isla Española, después que veían que se les acababan los naturales della. Andando en navío tres años a rebuscar por ellas la gente que había, después de haber sido vendimiadas, porque un buen cristiano se movió por piedad para los que se hallasen convertirlos e ganarlos a Cristo, no se hallaron sino once personas, las cuales yo vide. Otras más de treinta islas, que están en comarca de la isla de Sant Juan, por la misma causa están despobladas e perdidas. Serán todas estas islas, de tierra, más de dos mil leguas, que todas están despobladas e desiertas de gente.
De la gran tierra firme somos ciertos que nuestros españoles por sus crueldades y nefandas obras han despoblado y asolado y que están hoy desiertas, estando llenas de hombres racionales, más de diez reinos mayores que toda España, aunque entre Aragón y Portugal en ellos, y más tierra que hay de Sevilla a Jerusalén dos veces, que son más de dos mil leguas.
Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son muertas en los dichos cuarenta años por las dichas tiranías e infernales obras de los cristianos, injusta y tiránicamente, más de doce cuentos de ánimas, hombres y mujeres y niños; y en verdad que creo, sin pensar engañarme, que son más de quince cuentos.
Dos maneras generales y principales han tenido los que allá han pasado, que se llaman cristianos, en estirpar y raer de la haz de la tierra a aquellas miserandas naciones. La una, por injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras. La otra, después que han muerto todos los que podrían anhelar o sospirar o pensar en libertad, o en salir de los tormentos que padecen, como son todos los señores naturales y los hombres varones (porque comúnmente no dejan en las guerras a vida sino los mozos y mujeres), oprimiéndolos con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que jamás hombres ni bestias pudieron ser puestas. A estas dos maneras de tiranía infernal se reducen e ser resuelven o subalternan como a géneros todas las otras diversas y varias de asolar aquellas gentes, que son infinitas.
La causa por que han muerto y destruído tantas y tales e tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días e subir a estados muy altos e sin proporción de sus personas (conviene a saber): por la insaciable codicia e ambición que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo, por ser aquellas tierras tan felices e tan ricas, e las gentes tan humildes, tan pacientes y tan fáciles a sujetarlas; a las cuales no han tenido más respecto ni dellas han hecho más cuenta ni estima (hablo con verdad por lo que sé y he visto todo el dicho tiempo), no digo que de bestias (porque pluguiera a Dios que como a bestias las hubieran tractado y estimado), pero como y menos que estiércol de las plazas. Y así han curado de sus vidas y de sus ánimas, e por esto todos los números e cuentos dichos han muerto sin fee, sin sacramentos. Y esta es una muy notoria y averiguada verdad, que todos, aunque sean los tiranos y matadores, la saben e la confiesan: que nunca los indios de todas las Indias hicieron mal alguno a cristianos, antes los tuvieron por venidos del cielo, hasta que, primero, muchas veces hubieron recebido ellos o sus vecinos muchos males, robos, muertes, violencias y vejaciones dellos mesmos.

DEL RÍO DE LA PLATA (*)
Desde el año de mil e quinientos y veinte y dos o veinte y tres han ido al Río de la Plata, donde hay grandes reinos e provincias, y de gentes muy dispuestas e razonables, tres o cuatro veces capitanes. En general, sabemos que han hecho muertes e daños; en particular, como está muy a trasmano de lo que más se tracta de las Indias, no sabemos cosas que decir señaladas. Ninguna duda empero tenemos que no hayan hecho y hagan hoy las mesmas obras que en las otras partes se han hecho y hacen. Porque son los mesmos españoles y entre ellos hay de los que se han hallado en las otras, y porque van a ser ricos e grandes señores como los otros, y esto es imposible que pueda ser, sino con perdición e matanzas y robos e diminución de los indios, según la orden e vía perversa que aquéllos como los otros llevaron.
Después que lo dicho se escribió, supimos muy con verdad que han destruído y despoblado grandes provincias y reinos de aquella tierra, haciendo extrañas matanzas y crueldades en aquellas desventuradas gentes, con las cuales se han señalado como los otros y más que otros, porque han tenido más lugar por estar más lejos de España, y han vivido más sin orden e justicia, aunque en todas las Indias no la hubo, como parece por todo lo arriba relatado.
Entre otras infinitas se han leído en el Consejo de las Indias las que se dirán abajo. Un tirano gobernador dió mandamiento a cierta gente suya que fuese a ciertos pueblos de indios e que si no les diesen de comer los matasen a todos. Fueron con esta auctoridad, y porque los indios como a enemigos suyos no se lo quisieron dar, más por miedo de verlos y por huírlos que por falta de liberalidad, metieron a espada sobre cinco mil ánimas.

Ítem, viniéronse a poner en sus manos y a ofrecerse a su servicio cierto número de gentes de paz, que por ventura ellos enviaron a llamar, y porque o no vinieron tan presto o porque como suelen y es costumbre dellos vulgada, quisieron en ellos su horrible miedo y espanto arraigar, mandó el gobernador que los entregasen a todos en manos de otros indios que aquéllos tenían por sus enemigos. Los cuales, llorando y clamando rogaban que los matasen ellos e no los diesen a sus enemigos; y no queriendo salir de la casa donde estaban, los hicieron pedazos, clamando y diciendo: «Venimos a serviros de paz e matáisnos; nuestra sangre quede por estas paredes en testimonio de nuestra injusta muerte y vuestra crueldad.» Obra fué ésta, cierto, señalada e digna de considerar e mucho más de lamentar.

sábado, 16 de marzo de 2013

Mitos latinoamericanos

Iobec Mapic, árbol de sal (mocovíes)
            Cuenta la leyenda que cuando Cotaá, el Dios del pueblo Mocoví, creó el mundo, quiso regalarle a los hombres una planta que sirviera de alimento. Miró y observó bien la tierra, después de mucho pensar, creó el Iobec Mapic, Árbol de sal, una especie de helecho gigante que parece una palmera. Lo esparció por las tierras donde vivían los mocovíes, y así se aseguró que no les faltara alimento.
            Neepec, el diablo, como siempre, estaba espiando a ver qué hacía Cotaá, cuando vio el hermoso regalo que les había hecho a los hombres, sintió mucha envidia, entonces se propuso destruir la planta, para que no tuvieran con qué alimentarse.
            Pensó y pensó hasta que se le ocurrió una maldad, se elevó por los aires y fue volando hasta unas inmensas salinas. Llenó un cántaro enorme con agua salada para arrojarlo sobre las matas, y así quemarlas con el salitre.
            Cotaá conocía muy bien las maldades de Neepec, descubrió el plan y lo esperó escondido entre las plantas. Cuando lo vio volcar el agua sobre la selva, acarició la tierra, hundió en ella sus dedos suavemente y entonces las raíces absorbieron el agua. La sal se mezcló con la savia y las hojas tomaron su sabor, las plantas no se murieron.
            Los mocovíes estaban preocupados, pensaron que habían perdido su alimento, pero Cotaá les mostró que la planta no había perdido su utilidad, como la sabia ahora era salada podían condimentar las carnes de los animales salvajes que cazaran y otros alimentos.
            Y dicen que Neepec se fue por ahí a pensar otra maldad para vengarse.



La vida y la luz (chibchas)
            En el comienzo todo era la oscuridad.
            En el comienzo la tierra era blanda y fía.
            En el comienzo no había plantas ni animales. Todo era desolación.
            No había hombres. Los únicos seres vivos sobre la tierra eran el dios Nemequene, su mujer y su hijo.
            Nemequene un día quiso crear la vida en la tierra. Tomó un poco de barro blando, y modeló las figuras de los hombres y de los animales. Trabajó con empeño varios días dándoles forma a las figuras, pero los muñecos que hacía no tenían vida. No se movían, no respiraban.
            Entonces Nemequene envió a su hijo al cielo para que iluminara la tierra. El joven llegó al cielo y se convirtió en Súa, el sol. Lo rayos brillantes de Súa iluminaron la tierra. El barro se calentó, y brotaron hierbas, árboles y plantas. Todo floreció, y el paisaje se puso verde. El agua corrió formando ríos, arroyos y lagos. Y el calor del sol le puso vida a los muñecos de barro que Nemequene había hecho.
            Algunos se convirtieron en pájaros y vivieron en los bosques, alegrándolos con sus trinos y haciendo sus nidos en los árboles. Otros se convirtieron en peces y nadaron libres poblando los ríos y los lagos. Otros se convirtieron en distintos animales, y otros, en los seres humanos.
            Pero las gentes creadas por Nemequene no estaban conformes, porque la luz y el calos de Súa les llegaban solamente unas horas. Cada noche, mientras Súa descansaba, volvía la oscuridad. Entonces le pidieron ayuda a Nemequene.
Nemequene amaba a los seres que había creado y quiso ayudarlos. Así que subió al cielo y se convirtió en Chía, la luna. De este modo, compartió la tarea de iluminar al mundo con su hijo. Súa iluminaba con sus rayos de luz sobre la tierra de día, y Chía, de noche.
            Desde entonces, las gentes creadas por Nemequene nunca se olvidaron de darle las gracias. Celebraban fiestas en honor de Súa y Chía, y dicen que, a veces, dedicaban sus hijos al sol y la luna llamándolos suachía, antes de darles nombres propios.
            Cuentan que así fue cómo se creó la vida en el mundo, según lo recuerdan los chibchas.


Manco Cápac, hijo del sol (incas)
            Hubo un tiempo en que la humanidad parecía vivir solo para la guerra y las fiestas. Inti, el dios creados, molesto con lo que sucedía, envió a la Tierra a su hijo Manco Cápac y a su esposa, Mama Oullo Dacha, para que le enseñaran a la gente a vivir civilizadamente.
            La pareja llegó a Cuzco, levantaron allí su campamento y reunieron a todo el pueblo a su alrededor. Manco les enseñaba a los hombres las tareas de agricultura, a trabajar la tierra, arar, sembrar, a construir canales para regar y a cazar.
            Mama Oullo enseñaba a las mujeres el arte del tejido, y el hilado de lana de llama y de vicuña.
            Se organizó un pueblo en los alrededores de Cuzco. Bajo las órdenes de la pareja celestial, la tierra del Perú tenía todo lo necesario para vivir bien. El creado comenzó a levantar los pueblos y naciones de esa región moldeándolos en arcilla y pintando la ropa que cada uno de ellos llevaría. Pintó sus vestidos, sus sombreros, su pelo largo o corto. A cada nación le dio la lengua que hablaría, las canciones que iban a cantar, las semillas para la siembra, la comida.
            Cuando terminó su trabajo, les dio alma y les dio vida. Les ordenó que caminaran bajo la tierra, y cada nación brotó en el lugar en el que se le había ordenado. Vinieron desde las montañas, de las cuevas, de los árboles, de los lagos, de distintos lugares para multiplicarse y comenzar a poblar la región. Hicieron altares y huacas (lugares sagrados) para recordar el origen de su linaje.
            Dicen que el primero que nació en ese lugar se convirtió en piedra. Otros se convirtieron en halcones, cóndores, en otras aves y distintos animales. Por eso las huacas tienen variadas configuraciones.


El mito de Yacana, la constelación de la llama (incas)
            A Yacana, la llama, por la noche le gustaba tomar agua de los ríos.
            Cuentan que, su andando por ahí se cruzaba con alguien, le traía mucha suerte. Si la persona podía agarra una pequeña fibra de su lana, a la mañana siguiente se encontraba con una montaña de lana de todos los colores. Quien se beneficiaba con la suerte de Yacana tenía que adorar la lana justo en el lugar en donde la había encontrado.
            Si el afortunado no tenía llamas en su corral, tenía que comprar una hembra y un macho que le darían una descendencia de dos mil animales.
            Y las gentes fueron tan agradecidas que Yacana se convirtió en una constelación- Por la noche, se la puede ver caminando por la Vía Láctea.
            A la media noche, sin que nadie lo sepa, la Yacana bebe toda el agua del mar porque, di no, el mar inundaría el mundo entero.
            Esto se cuenta en Perú desde tiempos muy antiguos.


Mito azteca de la creación (aztecas)
            Cuentas que el dios Tonacatecuhtli y su mujer, la diosa Tonacacihualt, vivían en el decimotercer cielo. Tuvieron cuatro hijos. El mayor, Tezcatlipoca rojo. Al segundo hijo le pusieron de nombre Tezcatlipoca negro. Al tercero lo llamaron Quetzalcóatl, conocido también como Noche y viento. Y al más pequeño lo llamaron Huitzilopochtli, Señor del hueso, porque nació sin carne, con los huesos desnudos.
            En ese entonces no existía el mundo ni existía la humanidad, y durante seiscientos años, no hicieron nada los dioses. Fueron años de quietud.
            Pasó este largo período, y los cuatro hijos de Tonacatecuhtli se juntaron para pensar y organizar lo que harían, y la ley que tendrían.
            Quetzalcóartl y Huizilopochtli fueron los encargados de dar las órdenes. Entonces hicieron el fuego; después medio sol que, como no estaba entero, alumbraba poco. Crearon los cielos y comenzaron por el más alto, desde el decimotercero para abajo.
            Crearon el agua en la que criaron a un pez grande que llamaron Cipactli, parecido al caimán.
            Se juntaron los cuatro hermanos y crearon a Tláloc y a Chalchiutlicue, dioses del agua, a los que se les pedía cuando tenían necesidad de ella.
            Otro, en cambio, dicen que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca crearon la tierra. Bajaron a la diosa del cielo y la dividieron, separando así la tierra del cielo. De sus largos cabellos se hicieron los árboles, arbustos, hierbas y flores. De sus ojos, los pozos, las fuentes de agua y las cuevas; de su boca, los ríos y cavernas; y de su nariz, los valles y las montañas.
            Luego hicieron al hombre, Oxomoco, y a la mujer llamada Cipactónal. Les dijeron que tenían que trabajar para conseguir alimentos. A él le enseñaron a labrar la tierra, a sembrar y a cosechar. A ella le enseñaron a hilar y a tejer.
            Cipactónal recibió el don de la curación a través de ciertos granos de maíz que le fueron entregados por los dioses para la cura, las adivinanzas y hechicerías.
            De esta primera pareja humana, dicen que nación la gente del pueblo.


Cómo nació Tenochtitlán (aztecas)
            Una vez Huizilopochtli, dios de la guerra, tuvo una pelea con su hermana Malinalxochitl, y la abandonó para fundar lejos de allí un reino para su pueblo.
            Malinalxochitl, que era una mujer inteligente y valerosa, se quedó con sus súbditos y formó el reino de Malinalco.
            Su hijo Copil creció escuchando la historia que contaba su madre sobre el abandono de Huizilopochtli.
            Los años pasaron, y Copil se convirtió en un joven valiente, diestro en las artes de la caza y de la guerra. El había jurado castigar a Huizilopochtli por haber abandonado a su madre, y consideró que había llegado el momento.
            Tomó sus armas y partió en busca de Huitzipochtli, quien ya estaba enterado de que el joven iba a buscarlo, porque este les contaba a todos sus propósitos. El dios envió al encuentro de Copil a los sacerdotes. Les dio la orden de sacarle el corazón y llevárselo como ofrenda. Estos planearon la estrategia para el ataque. Cuando cayó la noche, atravesaron las aguas del lago y llegaron a tierra cerca del campamento de Copil, quien dormía muy tranquilo con sus guerreros. Los sacerdotes avanzaron sigilosamente hasta encontrar a Copil. Se acercaron a él y, de una puñalada, abrieron su pecho y le sacaron el corazón.
            Al amanecer, cuando despertaron, los guerreros se encontraron con que su jefe había muerto. Los enemigos habías pasado entre ellos sin dejar huella.
            Los sacerdotes le entregaron la ofrenda a Huitzilopochtli. El dios les ordenó que lo enterraran en el lago en un cañaveral con un montón de rocas. Esa noche, los sacerdotes fueron hacia el lugar y enterraron el corazón.
            A la mañana siguiente, vieron que allí había brotado un tunal. El corazón de Copil se había convertido en un gran tunal con hermosas flores rojas. Huitzipochtli decidió que ese lugar con el enorme y hermoso tunal llevaría el nombre de Tenochtitlán, que significa “tunal que nace de la piedra sagrada”.

            Hoy, es la ciudad de México.