jueves, 28 de junio de 2012

TP Martín Fierro


Grupo 1 - Las mujeres

1.      Lean los siguientes versos de la primera parte, en la que Cruz habla de su mujer: “Las mujeres desde entonces/conocí todas en una./Ya no he de probar fortuna/con carta tan conocida: /mujer y perra parida,/ no se me acerque ninguna”
a. ¿Cuál es la posición de Fierro y de Cruz respecto de sus mujeres?
b. ¿Qué consejos dan tanto Fierro como el Viejo Vizcacha a los hijos de Fierro respecto de las mujeres? Transcriban dos.

2.      Rastreen a lo largo del poema las situaciones más relevantes que tienen por protagonista a las mujeres. Nómbrenlas y digan cuál es la actitud de los participantes de casa situación.

3.  Hagan un cuadro comparativo con la actitud que refleja cada personaje respecto del rol y las características de la mujer. Finalmente deduzcan, justificando con citas textuales, cuál es la opinión de Hernández.

4.      Busquen información acerca del papel de la mujer en la Argentina, en la segunda mitad del siglo XVIII y durante el siglo XIX. Comparen si la imagen que se desprende de la obra es coherente con la que se deriva de sus investigaciones. Presten particular atención al asunto de las mujeres cautivas en relación con los malones. Escriban un informe al respecto


Grupo 2 - La importancia de los prólogos

Los prólogos suelen estableces “pactos de lectura” entre autor y lector. El autor propone su texto dentro de determinadas coordenadas que espera sean aceptadas por el lector. Desde este pinto de vista, algunos prólogos pueden considerarse como verdaderos exponentes del concepto de literatura que manejan sus autores. En su prólogo “Cuatro palabras de conversación con el lector”, que introduce La vuelta de Martín Fierro, Hernández imagina: “Ojala hubiera un libro que gozara del dichoso privilegio de circular incesantemente de mano en mano en esa inmensa población diseminada en nuestras vastas campañas, y que bajo una forma que lo hiciera agradable, que asegurara su popularidad, sirviera de ameno pasatiempo a sus lectores, pero…” A ese hipotético texto, Hernández suma una lista de acciones que debería cumplir para llegar a ser “un buen libro”

1.      Lean las acciones u objetivos que Hernández espera de este libro y resuman en una lista cinco más importantes.
2.      Busquen en la segunda parte del poema fragmentos en los que algún personaje exprese a su modo las mismas ideas que resumieron en el punto 1. Con esa información armen un cuadro de dos columnas que presente esas semejanzas. En la columna de la izquierda transcriban los fragmentos del prólogo, y en la de la derecha, los del poema.
3.      Lean la carta a don José Zolio Miguens, que funciona como prólogo a la primera partes del poema de Hernández.
a.       Resuman en breves oraciones cuatro objetivos importantes expuestos allí por el autor.
b.      Compárenlos con los expuestos en “Cuatro palabras de conversación con los lectores”, en La vuelta de Marín Fierro.
c.       Hagan un cuadro con las similitudes y diferencias en relación con los objetivos del autor para cada parte del poema.


Grupo 3 y Grupo 4 - La representación del otro

A los otros, a los distintos a uno mismo, en tanto son poco o mal conocidos, se les asigna un significado negativo y se los considera como inferiores o peligrosos. En la medida en que se avanza en el conocimiento de los otros, se perciben semejanzas, se los reconoce como iguales y se valoran las diferencias. Sin embargo, si el otros distinto es percibido como aquel que viene a disputar un lugar de poder o el usufructo de bienes poseídos (la tierra, el trabajo, el alimentos, etc.). Ese otro adquiere, para el individuo o grupo que se siente desplazado, el sema de “peligrosidad”, y en consecuencia se lo ataca. Esta representación negativa del otro puede ser utilizada por los grupos de poder dentro de una sociedad para manejar la opinión del conjunto de integrantes, con finalidades políticas y económicas.
“Pero los otros también son yos: sujetos como yo, que solo mi punto de vista, para el cual todos están allí y yo solo estoy aquí, separa y distingue verdaderamente de mí. Puedo concebir a esos otros como una abstracción, como una instancia de la configuración psíquica de todo individuo (…); o bien como grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos. Ese grupo puede, a su vez, estar en el interior de la sociedad: las mujeres para los hombres (…); o puede ser exterior a ella, es decir, otra sociedad…”
Todorov, T. La conquista de América y la cuestión del otro.

1.    Tengan en cuenta la cita de Todorov y mencionen qué grupos son los “otros” en el interior de la sociedad de la que forman parte los gauchos.
2.      La figura del indio está presente como constante a lo largo del poema. Sin embargo, la valoración que le asigna Martín Fierro varía de la primera a la segunda parte. Rastreen a lo largo del poema los comentarios valorativos que hace Martín Fierro de los indios y compárenlos (principalmente en el canto III de la primera partes y en los cantos VII, VIII y XIX de la segunda).
3.   Lean los versos 889 a 930 (canto V) y mencionen cinco rasgos con los que Fierro caracteriza a los gringos, digan cómo son valorizados estos personajes desde el punto de vista del gaucho. Justifiquen con citas textuales.
4.      Piensen si además del indio y del gringo hay otros personajes que cumplan el rol de “el otro”. Justifiquen su respuesta con citas textuales.


Grupo 5 - Interpretaciones, versiones y continuaciones

El poema de José Hernández fue leído, valorado e interpretado de diversas maneras a través del tiempo. Distintas circunstancias históricas han generado perspectivas de lectura distintas y también se han privilegiado, según el contexto desde el cual el lector se ha acercado a él, algunos episodios por sobre otros. Hubo quienes se detuvieron más en los consejos del Viejo Vizcacha al hijo menor que en los de Fierro a sus hijos y al hijo de Cruz, o al revés. .. O que se sintieron atrapados por el episodio de la cautiva y su hijito, o por el famoso duelo de Fierro con la partida cuando el policía Cruz decide ponerse del lado del perseguido. El cine, la pintura, el teatro, la literatura han tomado el poema como inspiración y han contado historias que seguían alguno de los hilos narrativos que se entretejen en el poema. Particularmente en las décadas de 1960 y 1970, hubo creadores que leyeron la historia del gaucho perseguido como un símbolo de la lucha de la clase obrera y del peronismo proscrito. Las traducciones a numerosos idiomas prueban que el poema tiene que ver con algo más que con gauchos y con indios. Se tratan en él temas universales como la soledad, la injusticia, la amistad y el dolor ante la muerte.

1.      En la siguiente cita tomada de Josefina Ludmer El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, se destaca la importancia otorgada a la literatura gauchesca en nuestra cultura. Lean y respondan.
“La poesía gauchesca ha sido un acontecimiento tan en la historia de nuestra cultura, que nos llevó hasta ahora (…) a repetir y elegir uno u otro tono o fragmento para significar que somos argentinos, y también a reflexionar sobre la literatura política y la política de la literatura. (…) La literatura gauchesca dio dos tonos: el desafío de la lengua violenta y la guerra, y también el lamento por el despojo, la injusticia y la desigualdad ante la ley.”

¿En qué medida se puede afirmar lo mismo acerca de Martín Fierro? Argumenten sus afirmaciones sobre cada uno de los conceptos de Josefina Ludmer con ejemplos tomados del texto de Hernández, Presten especial atención a estas palabras clave: lengua violenta, guerra, lamento, injusticia, desigualdad.

2.      Busquen en el poema ejemplos de versos o estrofas que planteen temáticas de alcance universal. Con “universal” se intenta significar que concierne al hombre en tanto hombre, sin recalar en el origen geográfico, social o generacional (por lo menos seis)
3.      Busquen las siguientes representaciones pictográficas: Martín Fierro (1962) de Castagnino y Muerte de Cruz (1965) de De Ricardo Carpani. Busquen y agreguen una más y expliquen las escenas del poema que representa cada una. Analícenlas de la forma más completa que puedan.  
4.      Investiguen los siguientes films: Martín Fierro (1968) dirigido por Leopoldo Torre Nilson; Los hijos de Fierro (1975), dirigida por Fernando “Pino”Solanas, y Martín Fierro, el ave solitaria (2005) de Gerardo Vallejo. Busquen en Internet información sobre cada uno de los films, sobre sus directores y sobre las circunstancias históricas en que se filmaron. Escriban un breve informe al respecto.

lunes, 18 de junio de 2012

Moby Dick en música

A partir de un tema o de una obra, surgen otras que retoman la misma historia y a sus personajes. En este caso, Moby Dick. En el siguiente link encuentran una canción de Led Zeppelin (con un excelente solo de batería) llamada Moby Dick. Y más abajo, la mima canción pero en la versión local de Divididos





martes, 5 de junio de 2012


Apología del Matambre – Cuadro de Costumbres Argentinas  de Esteban Echeverría
Guía de análisis

  1.  ¿Qué es una apología? 
  2. A través del “matambre” Echeverría hace alusión ¿A qué otra cosa? 
  3. ¿En qué momento pueden ver el contexto histórico de esta apología? 
  4. ¿Qué carácter tiene el texto? ¿Oral o escrito? ¿Por qué? 
  5. Analizar el último párrafo y sacar conclusiones 
  6. Marcar en el texto los pasajes en que se ve:
a.      Los ideales de libertad y de progreso
b.     El amor a la patria (en dezmero de los españoles)
c.      El color local que se implementa en los textos en el Romanticismo




El dragón—Ray Bradbury
La noche soplaba en el escaso pasto del páramo. No había ningún otro movimiento. Desde hacía años, en el casco del cielo, inmenso y tenebroso, no volaba ningún pájaro. Tiempo atrás, se habían desmoronado algunos pedruscos convirtiéndose en polvo. Ahora, sólo la noche temblaba en el alma de los dos hombres, encorvados en el desierto, junto a la hoguera solitaria; la oscuridad les latía calladamente en las venas, les golpeaba silenciosamente en las muñecas y en las sienes.
Las luces del fuego subían y bajaban por los rostros despavoridos y se volcaban en los ojos como jirones anaranjados. Cada uno de los hombres espiaba la respiración débil y fría y los parpadeos de lagarto del otro. Al fin, uno de ellos atizó el fuego con la espada.
-¡No, idiota, nos delatarás!
-¡Qué importa! -dijo el otro hombre-. El dragón puede olernos a kilómetros de distancia. Dios, hace frío. Quisiera estar en el castillo.
-Es la muerte, no el sueño, lo que buscamos...
-¿Por qué? ¿Por qué? ¡El dragón nunca entra en el pueblo!
-¡Cállate, tonto! Devora a los hombres que viajan solos desde nuestro pueblo al pueblo vecino.
-¡Que se los devore y que nos deje llegar a casa!
-¡Espera, escucha!
Los dos hombres se quedaron quietos.
Aguardaron largo tiempo, pero sólo sintieron el temblor nervioso de la piel de los caballos, como tamboriles de terciopelo negro que repicaban en las argollas de plata de los estribos, suavemente, suavemente.
-Ah... -el segundo hombre suspiró-. Qué tierra de pesadillas. Todo sucede aquí. Alguien apaga el Sol; es de noche. Y entonces, y entonces, ¡oh, Dios, escucha! Dicen que este dragón tiene ojos de fuego y un aliento de gas blanquecino; se le ve arder a través de los páramos oscuros. Corre echando rayos y azufre, quemando el pasto. Las ovejas aterradas, enloquecen y mueren. Las mujeres dan a luz criaturas monstruosas. La furia del dragón es tan inmensa que los muros de las torres se conmueven y vuelven al polvo. Las víctimas, a la salida del Sol, aparecen dispersas aquí y allá, sobre los cerros. ¿Cuántos caballeros, pregunto yo, habrán perseguido a este monstruo y habrán fracasado, como fracasaremos también nosotros?
-¡Suficiente, te digo!
-¡Más que suficiente! Aquí, en esta desolación, ni siquiera sé en qué año estamos.
-Novecientos años después de Navidad.
-No, no -murmuró el segundo hombre con los ojos cerrados-. En este páramo no hay Tiempo, hay sólo Eternidad. Pienso a veces que si volviéramos atrás, el pueblo habría desaparecido, la gente no habría nacido todavía, las cosas estarían cambiadas, los castillos no tallados aún en las rocas, los maderos no cortados aún en los bosques; no preguntes cómo sé; el páramo sabe y me lo dice. Y aquí estamos los dos, solos, en la comarca del dragón de fuego. ¡Que Dios nos ampare!
-¡Si tienes miedo, ponte tu armadura!
-¿Para qué? El dragón sale de la nada; no sabemos dónde vive. Se desvanece en la niebla; quién sabe a dónde va. Ay, vistamos nuestra armadura, moriremos ataviados.
Enfundado a medias en el corselete de plata, el segundo hombre se detuvo y volvió la cabeza.
En el extremo de la oscura campiña, henchido de noche y de nada, en el corazón mismo del páramo, sopló una ráfaga arrastrando ese polvo de los relojes que usaban polvo para contar el tiempo. En el corazón del viento nuevo había soles negros y un millón de hojas carbonizadas, caídas de un árbol otoñal, más allá del horizonte. Era un viento que fundía paisajes, modelaba los huesos como cera blanda, enturbiaba y espesaba la sangre, depositándola como barro en el cerebro. El viento era mil almas moribundas, siempre confusas y en tránsito, una bruma en una niebla de la oscuridad; y el sitio no era sitio para el hombre y no había año ni hora, sino sólo dos hombres en un vacío sin rostro de heladas súbitas, tempestades y truenos blancos que se movían por detrás de un cristal verde; el inmenso ventanal descendente, el relámpago. Una ráfaga de lluvia anegó la hierba; todo se desvaneció y no hubo más que un susurro sin aliento y los dos hombres que aguardaban a solas con su propio ardor, en un tiempo frío.
-Mira... -murmuró el primer hombre-. Oh, mira, allá.
A kilómetros de distancia, precipitándose, un cántico y un rugido: el dragón.
 Los hombres vistieron las armaduras y montaron los caballos en silencio. Un monstruoso ronquido quebró la medianoche desierta y el dragón, rugiendo, se acercó y se acercó todavía más. La deslumbrante mirilla amarilla apareció de pronto en lo alto de un cerro y, en seguida, desplegando un cuerpo oscuro, lejano, impreciso, pasó por encima del cerro y se hundió en un valle.
-¡Pronto!
Espolearon las cabalgaduras hasta un claro.
-¡Pasará por aquí!
Los guanteletes empuñaron las lanzas y las viseras cayeron sobre los ojos de los caballos.
-¡Señor!
-Sí; invoquemos su nombre.
En ese instante, el dragón rodeó un cerro. El monstruoso ojo ambarino se clavó en los hombres, iluminando las armaduras con destellos y resplandores bermejos. Hubo un terrible alarido quejumbroso y, con ímpetu demoledor, la bestia prosiguió su carrera.
-¡Dios misericordioso!
La lanza golpeó bajo el ojo amarillo sin párpado y el hombre voló por el aire. El dragón se le abalanzó, lo derribó, lo aplastó y el monstruo negro lanzó al otro jinete a unos treinta metros de distancia, contra la pared de una roca. Gimiendo, gimiendo siempre, el dragón pasó, vociferando, todo fuego alrededor y debajo: un sol rosado, amarillo, naranja, con plumones suaves de humo enceguecedor.
-¿Viste? -gritó una voz-. ¿No te lo había dicho?
-¡Sí! ¡Sí! ¡Un caballero con armadura! ¡Lo atropellamos!
-¿Vas a detenerte?
-Me detuve una vez; no encontré nada. No me gusta detenerme en este páramo. Me pone la carne de gallina. No sé que siento.
-Pero atropellamos algo.
El tren silbó un buen rato; el hombre no se movió.
Una ráfaga de humo dividió la niebla.
-Llegaremos a Stokel a horario. Más carbón, ¿eh, Fred?
Un nuevo silbido, que desprendió el rocío del cielo desierto. El tren nocturno, de fuego y furia, entró en un barranco, trepó por una ladera y se perdió a lo lejos sobre la tierra helada, hacia el norte, desapareciendo para siempre y dejando un humo negro y un vapor que pocos minutos después se disolvieron en el aire quieto.