sábado, 4 de agosto de 2012

Herman Melville por Jorge Luis Borges


Herman Melville

Siempre lo cercó el mar de sus mayores, 
Los sajones, que al mar dieron el nombre 
Ruta de la ballena, en que se aúnan 
Las dos enormes cosas, la ballena 
Y los mares que largamente surca. 
Siempre fue suyo el mar las grandes aguas 
Ya lo habia anhelado y poseido 
En aquel otro mar, que es la Escritura, 
O en el dintorno de los arquetipos. 
Hombre, se dio a los mares del planeta 
Y a las agotadoras singladuras 
Y conoció el arpón enrojecido 
Por Leviathán y la rayada arena 
Y el olor de las noches y del alba 
Y el horizonte en que el azar acecha 
Y la felicidad de ser valiente 
Y el gusto, al fin, de divisar a itaca. 
Debelador del mar, pisó la tierra 
Firme que es la raìz de las montanas 
Y en la que marca un vago derrotero, 
Qiueta en el tiempo, una dormida brújula. 
A la heredada sombra de los huertos, 
Melville cruza las tardes de New England 
Pero lo habita el mar. Es el oprobio 
del mutilado capitán del Pequod, 
El mar indescifrable y las borrascas 
Y la abominación de la blancura. 
Es el gran libro. Es el azul Proteo.

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