lunes, 20 de junio de 2011

Las partes del discurso

PARTES ORATIONIS


1.   Exordium: introducción del discurso. Uno de los puntos principales es atrapar la atención y la buena voluntad del auditorio (CAPTATIO BENEUOLENTIAE)
2.       Narratio: Narración de los hechos tal como sucedieron o como se supone que sucedieron.
3.       Divisio o partitio: Establecimiento del punto a decir y exposición de la hipótesis del orador.
4.       Confirmatio: exposición de los argumentos a favor de la hipótesis del orador.
5.       Comfutatio: refutación de los argumentos contrario a los juicios del orador.
6.       Conclusio o peroratio: conclusión o epílogo del discurso sonde el orador retoma el estilo patético del exordio y le da un cierre.

jueves, 9 de junio de 2011

Definición de la RAE

discurso.
(Del lat. discursus).
1. m. Facultad racional con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia de sus principios o conociéndolas por indicios y señales.
2. m. Acto de la facultad discursiva.
4. m. Reflexión, raciocinio sobre algunos antecedentes o principios.
5. m. Serie de las palabras y frases empleadas para manifestar lo que se piensa o siente. Perder, recobrar el hilo del discurso.
6. m. Razonamiento o exposición de cierta amplitud sobre algún tema, que se lee o pronuncia en público.
7. m. Doctrina, ideología, tesis o punto de vista.
8. m. Forma característica de plantear un asunto en un texto. Es un rasgo propio del discurso barojiano.
9. m. T. lit. Escrito o tratado, generalmente de no mucha extensión, en que se discurre sobre una materia determinada.
10. m. Transcurso de tiempo.
11. m. Ling. Unidad igual o superior a la oración formada por una sucesión de elementos con un principio y un final que constituye un mensaje.
12. m. Ling. Lenguaje en acción por oposición a las formas lingüísticas abstractas.
13. m. ant. Carrera, curso, camino que se hace por varias partes.

El hombre del romanticismo


En busca de la voz del alma

    El Romanticismo, a pesar de ser un movimiento predominantemente literario, se halla sustentado por una filosofía. El hombre no acepta su entorno, entonces lucha o se evade. Surge así, en la obra literaria, otra concepción de la realidad, que podríamos llamar realidad simbólica.
    Los denominados temas románticos son verdaderos símbolos que ocultan un yo –ese imperio del yo[1]- en pugna por ser lo que considera debe ser y que no encuentra su centro por estar demasiado encerrado en sí mismo. La suma de esos símbolos da a luz otro: la falta de libertad. El romántico se cautivo[2], porque ese abismo entre lo que siente que es y lo que considera su deber ser lo coarta desde el punto de vista de la acción. Sepultado el edificio colonial, la sombra de la guerra, después de largas y costosas experiencias, el desorden político y moral, pesan sobre él y lo mandan a la búsqueda de su mundo interior. De ahí su necesidad de proyectar en su dintorno lo que vive dentro de sí[3]: tristeza, melancolía, desilusión, impotencia, duda: suele refugiar su soledad en las sombras, símbolo de su confusión de valores, o en el lúgubre panorama de un pasado en ruinas, símbolo de una vida muerta que renace luminosa en el recuerdo, único asilo o “tercer reino”[4] para gozar, con los ojos abiertos, el sueño de la libertad. La incapacidad para conseguir su ideal genera ese estado de alma. Desde su punto de vista, la realidad refleja un desorden; esto explica su violencia contenida o su rebeldía ante la falta de respuestas. No es feliz, porque no goza de la verdad. La felicidad se torna una infinita e irrealizable aspiración, trascendente al mundo.
    El romántico quiere reconstruir su vida –restablecer el orden perdido-, herida por tantos sufrimientos. El desolado presente es, entonces, su prisión; por eso recurre al pasado o el porvenir.
     Sus características sobresalientes son:
·         una existencia vacía y silenciosa;
·         la eterna lejanía de la dicha;
·         un fatalismo terrible: nadie puede huir de su destino;
·         la superstición;
·         su estadía entre la vida y la muerte;
·         el concepto de eternidad como sombra pavorosa que todo lo envuelve

Recorre, pues, los siguientes temas-símbolos para proyectar su yo:

1) la naturaleza, prolongación de la sensibilidad. (Hispanoamérica ama su naturaleza pródiga, nace en ésta época un sentimiento regional).
2) la valoración de la Historia. El tema político.
3) Ideales de libertad y de progreso
4) El amor a la patria
5) La voluntad de gloria
6) El héroe
7) La familia
8) La eternidad del amor
9) La mujer
10) Las cartas y las flores
11) Lo exótico
12) Lo fantástico o el vuelo hacia las inmensas regiones de la imaginación.
13) Exaltación del yo, única medida y única norma.
14) La vida y la muerte. El anhelo de evasión
15) El inexorable destino
16) La religión
17) El costumbrismo




[1] Durante el Renacimiento, el hombre es centro de irradiación; está abierto al mundo y es parte de él. En el Romanticismo se produce el proceso opuesto: ha cerrado los ojos a la realidad objetiva y la ve como quiere verla, pues vive una especie de espejismo de perfección que genera una actitud egocéntrica. A pesar de ello, es consciente de que vive un mundo diferente del real y de que no puede reemplazarlo.
[2] Su anhelo de libertad comprende distintos aspectos: político, social, poético, religioso y moral.
[3] Ese entorno se convierte en consecuencia y extensión del romántico. Por lo tanto, lo que escribe hace referencia a una realidad ideal, subjetiva, es decir, a su realidad.
[4] Es el ensueño, la vida interior u el mundo ideal. 

Romanticismo

La Conquista romántica de una originalidad americana

Aunque el Romanticismo hispanoamericano surge como una revolución estética, no sólo apunta a una libertad literaria, sino también política, considerada como mera de la “evolución de la sociedad”

¿Qué significa Romanticismo?

La palabra romanticismo significa, etimológicamente, una concepción de vida semejante a la de los pueblos románicos, los primeros que desarrollan el genio de la Edad Media.
                En la Inglaterra del siglo XVII se usa romantic para calificar los acontecimientos que sólo ocurren en las novelas. En Alemania, roman es sinónimo de novela, y romántico, “romantich”, que cuenta, en forma oral o escrita, los hechos que conforman el mundo novelístico.
                Pero Romanticismo adquiere su significado actual en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando nace en Alemania como movimiento individualista que se opone a la estricta sistematización, consagrada por los clásicos sobre la base de reglas y modelos invariables, en pro de la intuición, del sentimiento y de la espontaneidad.
                Del alemán se transmite al francés (“romantisme”, “romantique”), y de ahí al español y al italiano (“romanticismo”, “romántico”); es decir, la nueva estética se difunde por Europa, donde siembra su afán por representar lo infinito y por buscar lo sublime, lo maravilloso y lo fantástico.
                Esta verdadera insurrección contra el estatismo dieciochesco realiza el trágico esfuerzo de religar la vida al ideal, para obtener la ansiada coincidencia entre el sueño y la realidad.

El Romanticismo hispanoamericano y la influencia europea

La literatura hispanoamericana se hace romántica por influjo de Europa. El 9 de diciembre de 1824 se libra la batalla de Ayacucho, que señala el fin de las guerras de independencia y, por ende, de la dominación española, y el establecimiento de las repúblicas. Los territorios que la Península poseía en América –excepto Puerto Rico y Cuba- nacen a la vida libre y se definen desde el punto de vista histórico, social y natural.
                Desde la década del 10 hasta 1870, la sociedad sufre cambios de importancia: queda abolida la esclavitud y la servidumbre de los indios; en el orden económico, se implanta el sistema liberal; se propician reformas educativas y se fundan escuelas; desde el punto de vista filosófico, es decisiva la influencia de Francia, Inglaterra y Alemania. El siglo XIX está dominado por el positivismo que sólo reconoce el método experimental y acepta como verdadero lo que puede comprobarse mediante la observación.
                El arte no muestra mayores logros: apenas sobrevive la pintura religiosa y solo el retrato, característico de la época colonias, conserva su originalidad. Se importa de España y de Francia el estilo neoclásico. Méjico y la Argentina, los dos extremos del mundo hispanoamericano, desarrollan un arte relativamente propio a través de las creaciones de pintores “criollistas” y populares. El tema criollo, tratado por los artistas viajeros en el Rio de la Plata, culmina en la obra del saboyano Carlos Enrique Pellegrini. La pintura descriptiva de tinte nacional está representada por hombres nacidos y formados en nuestro país: Carlos Morel (1813-1894) exalta la vida del gaucho y Prilidiano Pueyrredón (1823-1870) toma como tema de inspiración la sociedad platense de mediados de siglo. Desde Pueyrredón, la influencia italiana se une a la francesa, hasta el triunfo del impresionismo.[1]
                Respecto de la escultura, no manifiesta rasgos originales, pues los monumentos públicos son obra de artistas oriundas de Europa.
                El proceso político hispanoamericano conduce a la libertad de cultos, peros es más relevante la inclinación por el catolicismo.
                España deja de ser el camino que conduce la cultura europea a la América hispana; ocupa su lugar Francia, que se convierte en modelo digno de imitación.
                A pesar de que las mencionadas manifestaciones artísticas no logran, durante el Romanticismo, optimar sus obras, la literatura, no ajena a los avatares de la política, encuentra, sobre todo en la poesía, un arma espiritual de combate para gritar su verdad. De ahí que los literatos hispanoamericanos sean también hombres entregados, con auténtico apasionamiento en muchos casos, a la vida pública. Y, junto a la novedad del asunto, buscan una forma nueva para expresarlo. No se resignan a haber alcanzado la liberación política: anhelan también la intelectual, el nacimiento de una literatura nacional que los represente geográfica, física, humana, histórica y espiritualmente, sin ligaduras a la española.


[1] Impresionismo: escuela pictórica que trata de reproducir la naturaleza de acuerdo con la impresión subjetiva o personal del artista. Debe su nombre al pintor francés Claudio Monet (1840-1926), una de cuyas obras, titulada “impresión, salida del sol” (1872), fue expuesta en 1874.