La creación del Virreinato del Río de la Plata, dispuesta el 1° de agosto de 1776, significó para Buenos Aires algo así como su tercera fundación, la de su despegue político, económico y cultural.
La aldea pobre, que durante casi dos siglos había vivido olvidada en los confines, junto al estatuario de escaso movimiento marítimo, que crecía lenta entre la inmensa llanura despoblada y el río inmóvil, comenzó a cobrar, en el siglo XVIII, conciencia de su valía y de sus derechos. En particular, durante la gobernación de Pedro de Ceballos (1756-1766). Derechos siempre postergados en beneficio de lima y de su puerto, El Callao. Valía que la cuestión de límites con Portugal y las amenazas de su aliada Inglaterra pusieron sobre el tapete. Su riqueza agropecuaria, su ubicación estratégica sobre el Atlántico, y , sobre todo, las pretensiones extranjeras, determinaron la erección del cuarto y último virreinato español en indias. Conjuntamente, se dispuso una expedición militar en gran escala contra la provocación lusitana. Ambas misiones fueron confiadas a Ceballos.
el 15 de octubre de1777, en que Ceballos - el progresista gobernante de otrora, cubierto de gloria por sus triunfos en Santa Catalina y Colonia de Sacramento - volvió a pisar las playas de Buenos Aires como su primer virrey; ese día y el 6 de noviembre de 1777, en que firmó el Auto libre de internación, que abrió nuestro puerto al comercio, son fechas que marcan un giro violento del eje político y económico del continente hacia esta capital. Tales hechos y el Reglamento para el comercio libre de España e India promulgado por Carlos III, en 1778, que favorecía especialmente a Buenos Aires, cambiaron el curso de su historia.
Los treinta y tanto años que corren hasta 1810, "parcos y recios años de virreinato", recogen el primer capítulo de la literatura porteña, peldaño que pone a Buenos Aires en la senda de transformarse, a partir del Romanticismo, en la gran capital literaria del continente. Capítulo, sin duda, modesto, pero fundacional, en que hay que hacerlo todo o casi todo, empezando por los mínimos estímulos para la vida de la cultura.
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