lunes, 17 de junio de 2013

Textos para el TP del Renacimiento y Garcilaso de la Vega

No tengo paz ni puedo hacer la guerra...

Francesco Petrarca

No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.

Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.

Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.

Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por tí.


Soneto XXXVIII

Garcilaso de la Vega

Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo el aire siempre con suspiros;
y más me duele nunca osar deciros
que he llegado por vos a tal estado,

que viéndome do estoy y lo que he andado 
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo viendo atrás lo que he dejado;

si a subir pruebo en la difícil cumbre,
a cada paso espántame en la vida 
ejemplos tristes de los que han caído.

Y sobre todo, fáltame la lumbre
de la esperanza con que andar solía

por la oscura región de vuestro olvido.



Égloga III

Garcilaso de la Vega

Aquella voluntad honesta y pura,
ilustre y hermosísima María,
que en mí de celebrar tu hermosura,
tu ingenio y tu valor estar solía,
a despecho y pesar de la ventura
que por otro camino me desvía,
está y estará en mí tanto clavada,
cuanto del cuerpo el alma acompañada.

Y aún no se me figura que me toca
aqueste oficio solamente en vida;
mas con la lengua muerta y fría en la boca
pienso mover la voz a ti debida.
Libre mi alma de su estrecha roca
por el Estigio lago conducida,
celebrándose irá, y aquel sonido
hará parar las aguas del olvido.

Mas la fortuna, de mi mal no harta,
me aflige, y de un trabajo en otro lleva;
ya de la patria, ya del bien me aparta;
ya mi paciencia en mil maneras prueba;
y lo que siento más es que la carta
donde mi pluma en tu alabanza mueva,
poniendo en su lugar cuidados vanos,
me quita y me arrebata de las manos.

Pero por más que en mí su fuerza pruebe
no tomará mi corazón mudable;
nunca dirán jamás que me remueve
fortuna de un estudio tan loable.
Apolo y las hermanas todas nueve,
me darán ocio y lengua con que hable
lo menos de lo que en tu ser cupiere;
que esto será lo más que yo pudiere.

En tanto no te ofenda ni te harte
tratar del campo y soledad que amaste,
ni desdeñes aquesta inculta parte
de mi estilo, que en algo ya estimaste.
Entre las armas del sangriento Marte,
do apenas hay quien su furor contraste,
hurté de tiempo aquesta breve suma,
tomando, ora la espada, ora la pluma.

Aplica, pues, un rato los sentidos
al bajo son de mi zampoña ruda,
indigna de llegar a tus oídos,
pues de ornamento y gracia va desnuda;
mas a las veces son mejor oídos
el puro ingenio y lengua casi muda,
testigos limpios de ánimo inocente,
que la curiosidad del elocuente.

Por aquesta razón de ti escuchado,
aunque me falten otras, ser merezco.
Lo que puedo te doy, y lo que he dado,
con recibillo tú yo me enriquezco.
De cuatro ninfas que del Tajo amado
salieron juntas a cantar me ofrezco:
Filódoce, Dinámene y Climene,
Nise, que en hermosura par no tiene.

Cerca del Tajo en soledad amena
de verdes sauces hay una espesura,
toda de yedra revestida y llena,
que por el tronco va hasta la altura,
y así la teje arriba y encadena,
que el sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado con sonido
alegrando la vista y el oído.

Con tanta mansedumbre el cristalino
Tajo en aquella parte caminaba,
que pudieran los ojos el camino
determinar apenas que llevaba.
Peinando sus cabellos de oro fino,
una ninfa del agua do moraba
la cabeza sacó, y el prado ameno
vido de flores y de sombra lleno.

Movióla el sitio umbroso, el manso viento,
el suave olor de aquel florido suelo.
Las aves en el fresco apartamiento
vio descansar del trabajoso vuelo.
Secaba entonces el terreno aliento
el sol subido en la mitad del cielo.
En el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.

Habiendo contemplado una gran pieza
atentamente aquel lugar sombrío,
somorgujó de nuevo su cabeza,
y al fondo se dejó calar del río.
A sus hermanas a contar empieza
del verde sitio el agradable frío,
y que vayan las ruega y amonesta
allí con su labor a estar la siesta.

No perdió en esto mucho tiempo el ruego,
que las tres de ellas su labor tomaron
y en mirando de fuera, vieron luego
el prado, hacia el cual enderezaron.
El agua clara con lascivo juego
nadando dividieron y cortaron,
hasta que el blanco pie tocó mojado,
saliendo de la arena el verde prado.

Poniendo ya en lo enjuto las pisadas,
escurrieron del agua sus cabellos,
los cuales esparciendo, cobijadas
las hermosas espaldas fueron de ellos.
Luego sacando telas delicadas,
que en delgadeza competían con ellos,
en lo más escondido se metieron,
y a su labor atentas se pusieron.

Las telas eran hechas y tejidas
del oro que el felice Tajo envía,
apurado después de bien cernidas
las menudas arenas do se cría:
y de las verdes hojas reducidas
en estambre sutil, cual convenía
para seguir el delicado estilo
del oro ya tirado en rico hilo.

La delicada estambre era distinta
de los colores que antes le habían dado
con la fineza de la varia tinta
que se halla en las conchas del pescado.
Tanto artificio muestra en lo que pinta
y teje cada Ninfa en su labrado,
cuanto mostraron en sus tablas antes
el celebrado Apeles y Timantes.

Filódoce, que así de aquellas era
llamada la mayor, con diestra mano
tenía figurada la ribera
de Estrimón, de una parte el verde llano.
y de otra el monte de aspereza fiera,
pisado tarde o nunca de pie humano,
donde el amor movió con tanta gracia
la dolorosa lengua del de Tracia.

Estaba figurada la hermosa
Eurídice, en el blanco pie mordida
en la pequeña sierpe ponzoñosa
entre la hierba y flores escondida;
descolorida estaba como rosa
que ha sido fuera de sazón cogida,
y el ánima los ojos ya volviendo,
de su hermosa carne despidiendo.

Figurado se vía extensamente
el osado marido que bajaba
al triste reino de la oscura gente,
y la mujer perdida recobraba;
y cómo después de esto él, impaciente
por miralla de nuevo, la tornaba
a perder otra vez, y del tirano
se queja al monte solitario en vano.

Dinámene no menos artificio
mostraba en la labor que había tejido,
pintando a Apolo en el robusto oficio
de la silvestre caza embebecido.
Mudar luego le hace el ejercicio
la vengativa mano de Cupido.
que hizo a Apolo consumirse en lloro
después que le enclavó con punta de oro.

Dafne con el cabello suelto al viento,
sin perdonar al blanco pie corria
por áspero camino, tan sin tiento
que Apolo en la pintura parecía que,
porque ella templase el movimiento,
con menos ligereza la seguía.
El va siguiendo, y ella huye como
quien siente al pecho el odïoso plomo.

Mas a la fin los brazos le crecían,
y en sendos ramos vueltos se mostraban.
Y los cabellos. que vencer solían
al oro fino, en hojas se tornaban;
en torcidas raíces se extendían
los blancos pies, y en tierra se hincaban;
llora el amante, y busca el ser primero,
besando y abrazando aquel madero.

Climene, llena de destreza y maña,
el oro y las colores matizando
iba, de hayas una gran montaña,
de robles y de peñas variando;
un puerco entre ellas de braveza extraña,
estaba los colmillos aguzando
contra un mozo; no menos animoso,
con su venablo en mano, que hermoso.

Tras esto el puerco allí se vía herido
de aquel mancebo por su mal valiente,
y el mozo en tierra estaba ya tendido,
abierto el pecho del rabioso diente;
con el cabello de oro desparcido
barriendo el suelo miserablemente,
las rosas blancas por alí sembradas
tornaba con su sangre coloradas.

Adonis este se mostraba que era,
según se muestra Venus dolorida,
que viendo la herida abierta y fiera,
estaba sobre él casi amortecida.
Boca con boca coge la postrera
parte del aire que solía dar vida
al cuerpo, por quien ella en este suelo
aborrecido tuvo al alto cielo.

La blanca Nise no tomó a destajo
de los pasados casos la memoria
y en la labor de su sutil trabajo
no quiso entretejer antigua historia;
antes mostrando de su claro Tajo
en su labor la celebrada gloria,
lo figuró en la parte donde él baña
la más felice tierra de la España.

Pintado el caudaloso río se vía,
que en áspera estrecheza reducido,
un monte casi alrededor ceñía
con ímpetu corriendo y con ruido;
querer cercallo todo parecía
en su volver, mas era afán perdido;
dejábase correr en fin derecho,
contento de lo mucho que había hecho.

Estaba puesta en la sublime cumbre
del monte, y desde allí por él sembrada
aquella ilustre y clara pesadumbre
de antiguos edificios adornada.
De allí con agradable mansedumbre
el Tajo va siguiendo su jornada,
y regando los campos y arboledas
con artificio de las altas ruedas.

En la hermosa tela se veían
entretejidas las silvestres diosas
salir de la espesura, y que venían
todas a la ribera presurosas,
en el semblante tristes, y traían
cestillos blancos de purpúreas rosas,
las cuales esparciendo derramaban
sobre una ninfa muerta, que lloraban,

Todas con el cabello desparcido
lloraban una ninfa delicada,
cuya vida mostraba que había sido
antes de tiempo y casi en flor cortada.
Cerca del agua en el lugar florido,
estaba entre las hierbas degollada,
cual queda el blanco cisne cuando pierde
la dulce vida entre la hierba verde.

Una de aquellas diosas, que en belleza,
al parecer, a todas excedía,
mostrando en el semblante la tristeza
que del funesto y triste caso había
apartado algún tanto, en la corteza
de un álamo estas letras escribía
como epitafio de la ninfa bella,
que hablaban así por parte de ella.

"Elisa soy, en cuyo nombre suena
y se lamenta el monte cavernoso,
testigo del dolor y grave pena
en que por mí se aflige Nemoroso,
y llama ¡Elisa!... ¡Elisa! a boca llena
responde el Tajo, y lleva presuroso
al mar de Lusitania el nombre mío,
donde será escuchado, yo lo fío."

En fin en esta tela artificiosa
toda la historia estaba figurada,
que en aquella ribera deleitosa
de Nemoroso fue tan celebrada;
porque de todo aquesto y cada cosa
estaba Nise ya tan informada,
que llorando el pastor, mil veces ella
se enterneció escuchando su querella.

Y porque aqueste lamentable cuento
no sólo entre las selvas se contase,
mas dentro de las ondas sentimiento
con la noticia desto se mostrase,
quiso que de su tela el argumento
la bella ninfa muerta señalase
y así se publicase de uno en uno
por el húmedo reino de Neptuno.

Destas historias tales variadas
eran las telas de las cuatro hermanas,
las cuales con colores matizadas
claras y luces de las sombras vanas,
mostraban a los ojos relevadas
las cosas y figuras que eran llanas,
tanto, que al parecer el cuerpo vano
pudiera ser tomado con la mano.

Los rayos ya del sol se trastornaban,
escondiendo su luz al mundo cara
tras altos montes, y a la luna daban
lugar para mostrar su blanca cara;
los peces a menudo ya saltaban,
con la cola azotando el agua clara,
cuando las Ninfas, la labor dejando,
hacia el agua se fueron paseando.

En las templadas ondas ya metidos
tenían los pies, y reclinar querían
los blancos cuerpos, cuando sus oídos
fueron de dos zampoñas que tañían
suave y dulcemente, detenidos;
tanto, que sin mudarse las oían,
y al son de las zampoñas escuchaban
dos pastores a veces que cantaban.

Más claro cada vez el son se oía,
de los pastores, que venían cantando
tras el ganado, que también venía
por aquel verde soto caminando;
y a la majada, ya pasado el día,
recogido le llevan, alegrando
las verdes selvas con el son suave
haciendo su trabajo menos grave.

Tirreno de estos dos el uno era,
Alcino el otro, entrambos estimados,
y sobre cuantos pacen la ribera
del Tajo con sus vacas enseñados;
mancebos de una edad, de una manera
a cantar juntamente aparejados
y a responder, aquesto van diciendo,
cantando el uno, el otro respondiendo.

Tirreno

Flérida, para mi dulce y sabrosa
más que la fruta del cercado ajeno,
más blanca que la leche, y más hermosa
que el prado por abril de flores lleno:
si tú respondes pura y amorosa
al verdadero amor de tu Tirreno,
a mi majada arribarás primero
que el cielo nos muestre su lucero.

Alcino

Hermosa Filis, siempre yo te sea
amargo al gusto más que la retama,
y de ti despojado yo me vea,
cual queda el tronco de su verde rama,
si más que yo el murciélago desea
la oscuridad, ni más la luz desama,
por ver ya el fin de un término tamaño
de este día; para mí mayor que un año.

Tirreno

Cual suele acompañada de su bando
aparecer la dulce primavera,
cuando Favonio y Céfiro soplando
al campo toman su beldad primera,
y van artificiosos esmaltando
de rojo, azul y blanco la ribera,
en tal manera a mi Flérida mía
viniendo, reverdece mi alegría.

Alcino

¿Ves el furor del animoso viento
embravecido en la fragosa sierra
que los antiguos robles ciento a ciento,
y los pinos altísimos atierra,
y de tanto destrozo aún no contento,
al espantoso mar mueve la guerra?
Pequeña es esta furia, comparada
a la de Filis, con Alcino airada.

Tirreno

El blanco trigo multiplica y crece
produce el campo en abundancia y tierno
pasto al ganado; el verde monte ofrece
a las fieras salvajes su gobierno-,
a do quiera me miro, me parece
que derrama la copia todo el cuerno;
mas todo se convertirá en abrojos,
si de ello aparta Flérida sus ojos.

Alcino

De la esterilidad es oprimido
el monte, el campo, el soto y el ganado;
la malicia del aire corrompido
hace morir la yerba mal su grado;
las aves ven su descubierto nido,
que ya de verdes hojas fue cercado;
pero si Filis por aquí tornare,
hará reverdecer cuanto mirare.

Tirreno

El álamo de Alcides escogido
fue siempre, y el laurel del rojo Apolo;
de la hermosa Venus fue tenido
en precio y en estima el mirto solo;
el verde sauce de Flérida es querido,
y por suyo entre todos escogiólo:
doquiera que de hoy más sauces se hallen,
el álamo, el laurel y el mirto callen.

Alcino

El fresno por la selva en hermosura
sabemos ya que sobre todos vaya,
y en aspereza y monte de espesura
se aventaja la verde y alta haya;
mas el que la beldad de tu figura,
donde quiera mirando, Filis, haya,
al fresno y a la haya en su aspereza
confesará que vence tu belleza.

Esto cantó Tirreno, y esto Alcino
le respondió; y habiendo ya acabado
el dulce son, siguieron su camino
con paso un poco más apresurado.
Siendo a las ninfas ya el rumor vecino,
juntas se arrojan por el agua a nado;
y de la blanca espuma que movieron,
las cristalinas ondas se cubrieron.

viernes, 14 de junio de 2013

La Cautiva- Guía para la lectura del poema

Tener en cuenta en todo momento:
  • la relación de la naturaleza con las acciones y los personajes que las llevan a cabo.
  • cómo se construye el ambiente y cómo es el marco en que se desarrollan las acciones.
  • las señales que anticipan lo que va a suceder.
  • la carga religiosa y la importancia que tiene para los personajes
  • la relación de los epígrafes que comienzan cada parte con el contenido que se narra en la misma.

1ra parte – El desierto
  1. ¿Cuáles son los elementos que componen el paisaje del desierto?
  2. ¿Qué características de los indios podemos inferir por lo que dice el narrador y el discurso del indio?

2nd parte – El festín
  1. El festín es muy similar a un ritual. ¿Cuáles son sus partes?
  2. ¿Cuál es el “botín” que se llevaron los indios del territorio de cristiano?
  3. ¿Quién es Brian? ¿Cuáles son sus características? ¿Qué hecho protagoniza y qué consecuencias tiene?
  4. Reflexionen el doble sentido del título de esta parte? ¿Cuántos festines hay y quién participa de cada uno?

 3ra parte – El puñal
  1. Describan a María ¿cuál es su historia?
  2. ¿Por qué Brian le dice que ya no es “digna de él”?
  3. ¿Qué hacían los indios con los cautivos?
  4. Salvando al caudillo herido, María se convierte en la heroína de la obra ¿Cuál es su parecer del futuro que les espera?

4ta parte – La alborada
  1. ¿Cuáles son las diferencias entre este ataque y el anterior? ¿Con qué objetivo atacan?
  2. ¿Por qué creen ustedes que los indios llaman a los otros “cristianos”?

5ta parte – El pajonal
  1. ¿A dónde llegan los amantes? ¿Qué hacen las criaturas de ese lugar?
  2. Brian malherido está por morir ¿cómo lo salva María?
  3. ¿Cómo es la relación entre ellos? ¿Cuál es la parte dominante y por qué?

6ta parte – La espera
  1. Describan la actitud de María ¿Qué se dice de su carácter?
  2. Esta pareja simboliza el AMOR ¿cómo se define? ¿Qué papel juega en la suerte de estos enamorados?
  3. ¿Por qué esperan pasar la noche? ¿Qué esperanza trae el día?
  4. Al final de esta parte se produce un encuentro ¿qué creen que simboliza?

7ma parte – La quemazón
  1. ¿Qué provoca la quemazón? ¿Qué consecuencias trae?
  2. ¿Cómo resuelve María el problema de la huída al fuego?

8va parte – Brian
  1. ¿Cómo está el ánimo de María? ¿Qué provoca esto?
  2. Brian alucina y luego de un largo monólogo muerte, ¿qué nos hace saber de su vida? ¿qué lamenta de morir así?

9na parte – María
  1. ¿A dónde y cómo (emocional y actitudinalmente) va María?
  2. ¿Cómo se describe el pajonal luego de la muerte de Brian?
  3. ¿Qué le pasa a la heroína cuando se entera la noticia de su hijo?
  4. ¿Por qué creen ustedes que la muerte embellece a María?

Epílogo

  1. ¿Cuál piensan que es la función del epílogo en esta obra?
  2. ¿Qué simboliza el ombú? ¿Qué propiedades sobrenaturales se le atribuyen?
  3. ¿Cómo reacciona la gente ante el árbol y qué se cuenta de él?

jueves, 6 de junio de 2013

Horacio Quiroga

El vitalismo de Quiroga

La vida de Horacio Quiroga es una sucesión de hechos de la más diversa índole y extracción. Algunos tienen que ver con la Suerte, inmanejable de la vida humana. Eso que se ha dado llamar Destino, a propósito de las muertes trágicas diseminadas en un su trayectoria vital, que culminan en la propia, buscada por libre decisión al enterarse de lo incurable de su enfermedad. Sobre eso último mucho se ha hablado y elaborado, como si se quisiera ver únicamente el negativo de un retrato. Insistiremos aun en otra faz: la de su inmensa vitalidad, que se traducía en acción pura, incansable. Quiroga era apasionado por la acción, tanto como podía aparecer hosco o hermético a personas que no gozaban de su confianza y/o simpatía. Abre cauce a su ingenio creador y experimentador, a su espíritu industrioso y aventurero; prueba de todo en la vida, se autofirma en un yo original. Al mismo tiempo, esa libertad en el obrar frecuentemente a contrapelo con las normas establecidas, desde usar barba y ser un “intelectual” que maneja la azada a pleno sol y recibe a quienes lo visitan vestido con un sucinto pantalón corto has casarse por dos veces consecutivas con mujeres “jóvenes como grosellas” e intentar cada vez la construcción de un mundo propio en su meseta –como llamaba en la realidad y la ficción al lugar elegido para establecer su casa, en San Ignacio. Si iniciaba empresas nuevas, no lo hacía guiado por el afán de enriquecerse- casi siempre fracasó en el aspecto económico- sino fundamentalmente, por la aventura de atacar caminos intransitados y aún repetirlos. Pocas vidas –Quiroga murió a los 58 años recién cumplidos- presentan esa variedad de actividades, prueba de un ánimo dinámico y emprendedor, a despecho de los obstáculos y/o fatalidades que se le pudieran presentar.

Quiroga escribió sobre todas estas experiencias vividas en forma de artículos que fueron publicándose en diarios y revistas, desde las de Salto y Montevideo, en su primera época, hasta Caras y Caretas, La Prensa, etc. en nuestro país. Sus obras inéditas y desconocidas abarcan ocho volúmenes con un promedio aproximado de 130 páginas cada uno. A estos debemos sumar los volúmenes de cuentos conocidos, con los que vendría a resultar Quiroga uno de los escritores más prolíficos de su época.

Ciclismo

Desde muy joven practicó el ciclismo, que era un deporte novedoso y de moda durante los últimos años del siglo XIX. Unió su pasión por el deporte con las letras y escribió varias crónicas de sus experiencias en bicicleta y de su amor por la disciplina. Teorizó al respecto y se dice que ayudó económicamente en la instalación de una de las primeras pistas-parque en Salto, para la práctica del ciclismo. Queda claro que detrás del entusiasmo por el novedoso vehículo, está una “filosofía de vida” que le hace buscar los medios de “tracción a sangre”, esto es los que requieren el esfuerzo personal directo para lograr así triunfos que importen. En Misiones no hará sino ejercitar este principio. Este entusiasmo por la bicicleta habrá de trasladarse luego a la motocicleta con la que atronaba las calles de San Ignacio en Misiones o el viejo Ford, con idénticos recorridos y efectos sobre la paz pueblerina.

Fotografía

La fascinación entre lo nuevo, ante lo que rompe con la vida habitual establecida (tal como la velocidad de las máquinas) habrá de darse también hacia la fotografía, factor determinante de su contacto con Misiones, cuando integró la expedición de su amigo Lugones a las ruinas jesuíticas en calidad de fotógrafo. Un documento impresionante de esta afición es la “Cámara oscura”, cuento que profundiza en el ser mismo de la profesión de fotógrafo como re-velador de rostros y eternizador de gestos de la vida; en el caso del cuento, la aparición del rostro del muerto, que se va plasmando ante los ojos del que revela la placa.

Quiroga es hijo de la modernidad y lleva inmediatamente a la ficción los elementos que se incorporan a la vida moderna, pero no como simples objetos decorativos o cuya descripción interesa por ser moda, sino adentrándose en profundidades, cuestionando a través de esos elementos, la propia realidad palpable.

Es lo que sucede con la cinematografía. Es la época de las primeras películas del cine sonoro. En varios cuentos Horacio Quiroga presenta espectros fílmicos que se salen de la pantalla y se encarnan; muertos que siguen viviendo a través del celuloide; mujeres hermosas, actrices inmateriales en las imágenes proyectadas que de pronto se encarnan, etc. En algunos cuentos como “La insolación” podríamos reconocer una técnica cinematográfica en la perspectiva objetivista de seguimiento al protagonista Mister Jones; en “El hijo” es reconocible dicha técnica en el modo como engarza las escenas, especialmente las del padre en el taller, paralelamente a lo que imagina de su hijo en la selva. Es indudable que Quiroga, narrador innato, fue incorporando a su arte todo lo que las nuevas técnicas le aportaban, asó como las iba incorporando a su vida en el afán de experimentarlo todo.

Industriosidad y artesanía

Una vez en Misiones, Quiroga fue agricultor, plantador de banana, algodón, tabaco; macheteador, decubiertero; siembra, poda, injerta, aclimata especies raras, obtiene frutos exóticos; prueba a elaborar esencias y jarabes, destila vino de naranjas, es albañil y carpintero, caza en el monte, atrapa víboras para extraerles el veneno, o bien para tomarlas de modelo, ya que también talló y modeló en arcilla; los motivos predominantes fueron figuras zoomorfas (reptiles, ofidios); hoy, lamentablemente está perdida esta colección. No se tiene noticias de su paradero.

Entre los libros y revistas que se conservan en su casa-museo en San Ignacio se descubren muchos volúmenes de temas mecánicos, técnicos y científicos. Lo mismo entre su correspondencia personal, se encuentran instrucciones específicas para reparaciones de casas, arreglo de alambrados, excavación de pozos de agua, pelado de naranjas para vender las cáscaras y más.

Se las ingeniaba para enfrentarse a las plagas que amenazaban sus plantaciones, como la hormiga minera, a la que denomina la “institución nacional más dañina”. Narra anécdotas, algunas rayanas en lo fantástico, para un lector desprevenido, enumera y describe procedimientos de defensa y de ataque para esta tortura de la agricultura misionera.

En lo que respecta a las personas, ha trazado semblanzas (y andanzas) de seres que por Misiones se movieron y compartieron con él su gusto por la originalidad de vida y el entusiasmo por empresas nuevas. Tal lo que nos dice del padre maronita Kassab, pionero de la cría del gusano de seda e iniciador del experimento de destilar vino de naranjas. Cabe destacar que Quiroga creará el personaje trágico del Dr. Else, destilador de naranjas, sabio extranjero, que acaba en el delirium tremens para su galería de “tipos humanos” de Los Desterrados. El cuento allí contenido se llama, precisamente, “Los destiladores de naranjas”.

De sus experiencias de vida no queda la menor duda del conocimiento que tenía Quiroga de Misiones. Así queda reflejado en sus páginas. El arraigo a la tierra y el apego a la naturaleza tropical que fue para él su patria, son ejes claves para leer y entender su obra.

Quiroga, hombre de misiones

Quiroga, al igual que tantos viajeros llegados a Misiones de paso, eligió vivir en ella, cautivado por las bondades de su clima y el hechizo ancestral de la selva que, cosa indudable, se correspondía en un todo con su espíritu, su sed de aventura y su incansable actividad. Una tierra dinámica exige un constante accionar de aquel que vive en y de ella. En el volumen que reúne sus notas sobre La vida en Misiones hallamos algo así como la “teoría” o explicación racional fenomenológica acerca del porqué de su elección; el encanto del “paraíso” que debe ser conquistado con el esfuerzo. Esto resulta fundamental para darle marco a muchos de sus cuentos. Las alteraciones climáticas –unidas a la generosidad de la tierra y de su vegetación- aportan al “hombre de vanguardia” un magnífico sostén. Significan una ruptura constante de la monotonía que, en el trópico, sería “demasiado enervadora” al proporcionar “tibieza demasiado sedante”.


Al hacer la descripción del ambiente se detiene largamente sobre todo lo característico misionero; amén del “clima subtropical con bajas extremas”, influyen en el hombre el suelo accidentado, la flora, la fauna, las noches intensas, el sol. 

miércoles, 5 de junio de 2013

El Matadero, símbolo de una realidad

El Matadero, símbolo de una realidad

El título se refiere al “Matadero de la Convalecencia o del Alto, sito en las quintas del sur de la ciudad”, pero el escritor ha querido decir algo más: ese lugar es, desde su perspectiva, la imagen del país, la realidad nacional. Allí se halla el foco de la Federación.

Escrito entre 1838 y 1840, Juan María Gutierrez lo da a conocer en 1871, veinte años después de la muerte de su autor.

Respecto de la especie narrativa a la que pertenece, hay diversas opiniones: se lo considera “cuadro realista”, “cuadro de costumbres nacionales”, “cuento”, “varios cuentos en uno”, “boceto descriptivo”, “truculento cuadro”, “vigoroso apunte”, “relato naturalista”, “obra dramática en tres actos”. La tesis más definida es la que caracteriza El Matadero como “cuento” y como “cuadro de costumbres”, pero no lo es en su sentido puro. No es cuento, porque en su trama predomina la descripción; no es sólo cuadro de costumbres, porque éste sirve para presentar la realidad, y, en El Matadero, se advierte un intento de interpretarla y de censurarla; por lo tanto, es también artículo de costumbres. La crítica actual prefiere hablar de una obra de transición: descuella la descripción, pero, hacia el final, prevalece lo narrativo.

El tema de la obra es el vejamen que los matarifes, secuaces de Rosas, le hacen a un joven unitario, víctima de su régimen.

Su contenido muestra un aspecto de la vida porteña en 1839, desde el punto de vista de un enemigo de la Federación.

El narrador se presenta como testigo de los hechos.

Respecto de la estructura de la obra, podemos dividirla en tres partes y una reflexión final, cuyo contenido es el siguiente:


I

  • Ubicación temporal de los hechos. Estado del tiempo. Inconvenientes que sufre la población.
  • Decisión del Restaurador de llevar ganado a los corrales. Referencia a las primeras actividades del Matadero.

II

  • Ubicación geográfica del Matadero. Presentación del personaje máximo y del lugar donde se actúa: la casilla.
  • Visión panorámica del Matadero. Presentación y movimiento de otros personajes.
  • Episodio del toro y degüello del niño. Descripción naturalista de las tareas.
  • Aparición y caída del gringo por la fuga del animal. Matanza del toro.

III

  • Episodio del unitario y de Matasiete. Vejamen y muerte del unitario.

Reflexión final
… por el suceso anterior puede verse a las claras que el foco de la Federación estaba en el Matadero.


En torno de la lengua y del estilo

El nivel de la lengua es importante en la obra, no solo porque refleja el estado social de la gente del Matadero, sino también porque contribuye a agilizar, a veces, el ritmo de la prisa. La insinuación de expresiones soeces en boca de los matarifes contrasta con el modo de hablar del unitario, quien, aunque impulsivo e indignado, no las profiere.

Respecto del estilo, la obra se adelanta, en algunos pasajes descriptivos, al Impresionismo del silgo XIX. Una oración aparece en la segunda parte y resume la intención estilística del autor: “… la escena que se representaba en el Matadero era para vista, no para escrita.”

Finalmente, aparecen los símbolos. Echeverría censura el régimen político a través de ese lugar y de su gente:

El Matadero
---------------
el país
la casilla
---------------
Buenos Aires
el juez
---------------
Juan Manuel de Rosas
los matarifes
---------------
la Mazorca
el unitario
---------------
la joven generación argentina