En 1492
llega Colón a América, patrocinado por los reyes españoles.
El
origen de las llamadas letras hispánicas puede tener varias vertientes. Hay
quienes consideran a los cronistas de indias, todos de origen español, sus
iniciadores. Pero también están los que consideran a los escritores que
forjaron una literatura (ya en el siglo XIX) más autónoma respecto de los
neoclásicos españoles.
Lo
cierto es que la primera literatura hispánica se nutre de las crónicas. El
primer exponente de este género, en este momento, fue el propio Colón. Ante la
necesidad de contar lo “extraño” y lo “desconocido” que descubrió en el llamado
“Nuevo Mundo”.
Las
crónicas de Indias refieren paisajes, costumbres y hechos del mundo americano
descubierto y colonizado por los españoles.
Los
cronistas no son ávidos escritores, cuentan lo que ven, lo que observan, muchas
veces sin siquiera entenderlo. Esto carga sus relatos de subjetividad y ficción
en gran medida. Por eso nos encontramos que Colón describe un paraíso y Hernán
Cortes un infierno de luchas, sufrimiento y conquista.
Similitudes
de cómo los cronistas consideraban América.
Perfil
que los cronistas revelan respecto del contexto americano:
- América
aparece ligada al mundo medieval europeo: los conquistadores prolongan la
idea de poseer extensos territorios (sentido feudal)
- El
aborigen es considerado un ser inferior que, en los estratos feudales
trasplantados a América, debe ocupar el lugar de los más débiles.
- La
naturaleza de América llama la atención de los cronistas, quienes
encuentran paradisíaca la exuberancia y exoticidad de ciertas zonas.
- La
fe cristiana, en nombre de la evangelización, obra como estandarte y móvil
de conquista que, en los escritos, cobra relevancia.
Los
cronistas religiosos que narran los avatares de la conquista espiritual y, que
teniendo más contacto con los indígenas, ahondan en el conocimiento de las
lenguas nativas y las culturas precolombinas.
Lectores
Las
noticias del Nuevo Mundo llegaban a España y eran transmitidas por la prensa. Y
si bien las crónicas fueron importantes para la historia hispanoamericana, en
la España de aquel momento, tenía un gran rival con quien discutirse los
lectores: las novelas de caballerías. Ambas alimentaron el gusto de la época
por la aventura y sus horizontes, tan distantes, llegaron a entrecruzarse, al
punto que los hechos históricos casi alcanzaron la dimensión de la ficción.
Los
libros de caballerías poblaban de fantasías las mentes de soldados y
conquistadores que se lanzaban a la búsqueda de los antiguos mitos difundidos
por aquellas historias, el reino de las amazonas, el de los gigantes, el
Dorado, la fuente de la juventud, entre otros. Tras las amazonas, entre otros,
anduvieron Hernán Cortés y sus gallardos. El mito de las damas guerreras había
sido recreado en un episodio de un libro de caballerías. Su autor, para
desgracia de los que cruzaron el Atlántico, ubicó el reino de las amazonas, en
una misteriosa isla a la diestra de las Indias. La leyenda de El Dorado fue
obsesión entre los conquistadores del Río de la Plata y los pobladores de Asunción.
Patagonia es un topónimo de
ficción. Magallanes bautizó a sus habitantes patagones porque asoció a los
salvajes y primitivos tehuelches, vecinos del puerto de San Julián, con un
personaje del Primaleón, del ciclo de
los Palmerines, llamado Patagón y con
su pueblo de patagones.
Algunos
cronistas
Cristóbal Colón: fue el
primero en interpretar la realidad americana y en revelarla a la imaginación de
los europeos. De sus escritos, el Diario
de a bordo y sus cartas, surgen dos ideas que harán fortuna:
*
América como tierra de abundancia
* Los
indios como nobles salvajes, como seres sencillos felices y virtuosos.
Colón
describe en su Carta del descubrimiento
un paisaje paradisíaco en donde no hay nada desagradable. Esto fue confirmado
por las cartas de Vespucio y por los cuadros que pintó Pedro Mártir de
Anglería. Esta imagen prevaleció por muchos siglos en la sensibilidad europea,
aunque poco tiempo después de la carta de Colón se descubrieran otros
escenarios áridos, fríos, llanuras extensas sin árboles, altas cumbres andinas
y frías regiones australes de la tierra firme.
Ni la
anhelada tierra firme, ni gran señor o rey, ni importantes ciudades o villas,
nada de lo que buscaba halló Colón.
El
hombre americano
Colón
subraya ciertos rasgos: su desnudez y belleza física, la ausencia de malicia,
su hablar dulce; sobre todo, su falta de codicia. Con el Nuevo Mundo renació el
ideal utópico.
El apostolado evangélico: un ruidoso
opúsculo
A
partir del segundo viaje de Colón (1493- 1497) se inicia el proceso
colonizador, con la venida del primer núcleo de pobladores, y se producen
nuevos descubrimientos. Otros hechos signan el viaje: la evidencia de
realidades monstruosas, como la antropofagia, entre los caníbales o caribes; la
triste sorpresa de la destrucción del fuerte de Navidad y de la muerte, a mano
de los indios, de sus habitantes; la lucha encarnizada en Jamaica, con los
nativos hostiles y la terrible práctica guerrera de arrojarles feroces mástiles
traídos desde España; la fundación de la Isabela, en la Española (1494) y, poco
después, de Santo Domingo (1496) “la primogénita de América”, primera de las
ciudades españolas del Nuevo Mundo que subsiste. Las islas antillanas, en
particular la Española y Cuba se transforman en centros de actividad febril:
búsqueda de riquezas, de oro, explotación de la tierra y evangelización del
indígena.
Chocan
los interés contrapuestos de la corona, de los conquistadores, de lo
encomenderos, de la acción misional. Los enfrentamientos no solo se dan en el
orden práctico, sino también en el teórico. España es el primer país que se
plantea el problema ético de la conquista, actitud única entre sus pares de
Europa, que la honra, pero que dará con sus propios planteos y argumentos larga
materia a sus enemigos, codiciosos de su vasto impero indiano.
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