martes, 19 de marzo de 2013

Crónica de Indias - Un poco de contexto

En 1492 llega Colón a América, patrocinado por los reyes españoles.

El origen de las llamadas letras hispánicas puede tener varias vertientes. Hay quienes consideran a los cronistas de indias, todos de origen español, sus iniciadores. Pero también están los que consideran a los escritores que forjaron una literatura (ya en el siglo XIX) más autónoma respecto de los neoclásicos españoles.

Lo cierto es que la primera literatura hispánica se nutre de las crónicas. El primer exponente de este género, en este momento, fue el propio Colón. Ante la necesidad de contar lo “extraño” y lo “desconocido” que descubrió en el llamado “Nuevo Mundo”.

Las crónicas de Indias refieren paisajes, costumbres y hechos del mundo americano descubierto y colonizado por los españoles.

Los cronistas no son ávidos escritores, cuentan lo que ven, lo que observan, muchas veces sin siquiera entenderlo. Esto carga sus relatos de subjetividad y ficción en gran medida. Por eso nos encontramos que Colón describe un paraíso y Hernán Cortes un infierno de luchas, sufrimiento y conquista.
Similitudes de cómo los cronistas consideraban América.

Perfil que los cronistas revelan respecto del contexto americano:

  • América aparece ligada al mundo medieval europeo: los conquistadores prolongan la idea de poseer extensos territorios (sentido feudal)
  • El aborigen es considerado un ser inferior que, en los estratos feudales trasplantados a América, debe ocupar el lugar de los más débiles.
  • La naturaleza de América llama la atención de los cronistas, quienes encuentran paradisíaca la exuberancia y exoticidad de ciertas zonas.
  • La fe cristiana, en nombre de la evangelización, obra como estandarte y móvil de conquista que, en los escritos, cobra relevancia.
Los cronistas religiosos que narran los avatares de la conquista espiritual y, que teniendo más contacto con los indígenas, ahondan en el conocimiento de las lenguas nativas y las culturas precolombinas.

Lectores
Las noticias del Nuevo Mundo llegaban a España y eran transmitidas por la prensa. Y si bien las crónicas fueron importantes para la historia hispanoamericana, en la España de aquel momento, tenía un gran rival con quien discutirse los lectores: las novelas de caballerías. Ambas alimentaron el gusto de la época por la aventura y sus horizontes, tan distantes, llegaron a entrecruzarse, al punto que los hechos históricos casi alcanzaron la dimensión de la ficción.

Los libros de caballerías poblaban de fantasías las mentes de soldados y conquistadores que se lanzaban a la búsqueda de los antiguos mitos difundidos por aquellas historias, el reino de las amazonas, el de los gigantes, el Dorado, la fuente de la juventud, entre otros. Tras las amazonas, entre otros, anduvieron Hernán Cortés y sus gallardos. El mito de las damas guerreras había sido recreado en un episodio de un libro de caballerías. Su autor, para desgracia de los que cruzaron el Atlántico, ubicó el reino de las amazonas, en una misteriosa isla a la diestra de las Indias. La leyenda de El Dorado fue obsesión entre los conquistadores del Río de la Plata y los pobladores de Asunción.

Patagonia es un topónimo de ficción. Magallanes bautizó a sus habitantes patagones porque asoció a los salvajes y primitivos tehuelches, vecinos del puerto de San Julián, con un personaje del Primaleón, del ciclo de los Palmerines, llamado Patagón y con su pueblo de patagones.

Algunos cronistas
Cristóbal Colón: fue el primero en interpretar la realidad americana y en revelarla a la imaginación de los europeos. De sus escritos, el Diario de a bordo y sus cartas, surgen dos ideas que harán fortuna:

* América como tierra de abundancia

* Los indios como nobles salvajes, como seres sencillos felices y virtuosos.

Colón describe en su Carta del descubrimiento un paisaje paradisíaco en donde no hay nada desagradable. Esto fue confirmado por las cartas de Vespucio y por los cuadros que pintó Pedro Mártir de Anglería. Esta imagen prevaleció por muchos siglos en la sensibilidad europea, aunque poco tiempo después de la carta de Colón se descubrieran otros escenarios áridos, fríos, llanuras extensas sin árboles, altas cumbres andinas y frías regiones australes de la tierra firme.

Ni la anhelada tierra firme, ni gran señor o rey, ni importantes ciudades o villas, nada de lo que buscaba halló Colón.

El hombre americano
Colón subraya ciertos rasgos: su desnudez y belleza física, la ausencia de malicia, su hablar dulce; sobre todo, su falta de codicia. Con el Nuevo Mundo renació el ideal utópico.

El apostolado evangélico: un ruidoso opúsculo
A partir del segundo viaje de Colón (1493- 1497) se inicia el proceso colonizador, con la venida del primer núcleo de pobladores, y se producen nuevos descubrimientos. Otros hechos signan el viaje: la evidencia de realidades monstruosas, como la antropofagia, entre los caníbales o caribes; la triste sorpresa de la destrucción del fuerte de Navidad y de la muerte, a mano de los indios, de sus habitantes; la lucha encarnizada en Jamaica, con los nativos hostiles y la terrible práctica guerrera de arrojarles feroces mástiles traídos desde España; la fundación de la Isabela, en la Española (1494) y, poco después, de Santo Domingo (1496) “la primogénita de América”, primera de las ciudades españolas del Nuevo Mundo que subsiste. Las islas antillanas, en particular la Española y Cuba se transforman en centros de actividad febril: búsqueda de riquezas, de oro, explotación de la tierra y evangelización del indígena.


Chocan los interés contrapuestos de la corona, de los conquistadores, de lo encomenderos, de la acción misional. Los enfrentamientos no solo se dan en el orden práctico, sino también en el teórico. España es el primer país que se plantea el problema ético de la conquista, actitud única entre sus pares de Europa, que la honra, pero que dará con sus propios planteos y argumentos larga materia a sus enemigos, codiciosos de su vasto impero indiano. 

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